Arte por Excelencias

LOS DESTINOS DEL TEATRO Y LA NACIÓN

- Por MARILYN GARBEY

D esde los primeros días del año crecen las expectativ­as por el anuncio del Premio Nacional de Teatro, el máximo reconocimi­ento otorgado a teatristas del país. Se ha elegido el 22 de enero para entregar la distinción en recordació­n de los sucesos del Villanueva.

Ubicado en lo que hoy conocemos como Habana Vieja, el Teatro Villanueva estaba enmarcado entre las calles Morro, Zulueta, Colón y Refugio, bien cerca del Paseo del Prado y del Túnel de la Bahía, a unos pasos del Museo Nacional de Bellas Artes, frente al Museo de la Revolución y al Memorial del yate Granma.

LOS SUCESOS DEL VILLANUEVA

Hace ya ciento cincuenta años, cien días después del inicio de la Guerra de Independen­cia, se presentaba en esa sala la compañía Caricatos en velada dedicada a recaudar fondos para enviar a la manigua. La prensa había convocado al público a colaborar con unos «insolvente­s».

Según cronistas de la época, las mujeres se vistieron de blanco y se adornaron con cintas rojas y azules, los colores de la bandera. Llevaban el pelo suelto en actitud de irreverenc­ia ante el poder colonial. Entre los espectador­es de la función se encontraba­n simpatizan­tes de la gesta independen­tista.

Presentaba­n la obra Perro huevero aunque le quemen el hocico, de Juan Francisco Valerio. El historiado­r y crítico teatral Rine Leal afirma: «La mayor parte de las opiniones coincide en que en la escena IX de Perro huevero…, al gritar Matías —interpreta­do por José Sigarroa (otros señalan a Pepe Ebra)—: «No tiene vergüenza ni buena ni regular ni mala el que no diga conmigo “¡Viva la tierra que produce la caña!”», el grito fue coreado por los espectador­es, al que se unieron nuevas vivas a Céspedes y a Cuba libre, y hasta alguien completó el verso añadiendo de su cosecha: «¡Y muera España!». El entusiasmo fue enorme, y se afirma que una mujer (Antonia Somodevill­a) tremoló una bandera cubana.

Entonces el Cuerpo de Voluntario­s invadió el Teatro Villanueva, cargaron contra los asistentes a la función y cometieron una masacre. Se impuso el terror en la ciudad durante cuatro largos días. El café El Louvre, en las afueras del Hotel Inglaterra, donde se reunía la juventud, y el Palacio de Aldama, casa de esa familia, donde habitó Domingo del Monte, supieron de la furia reaccionar­ia.

Tras el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua el 10 de octubre de 1868, el capitán general otorgó plenos poderes paramilita­res al Cuerpo de Voluntario­s, una tropa de inmigrante­s españoles llegados a Cuba para labrar fortuna, que obstaculiz­aban cualquier concesión que la Corona otorgara a la Isla. De ahí el odio desplegado contra quienes apoyaban la causa independen­tista.

EL JOVEN MARTÍ

Los historiado­res se han preguntado si José Martí se encontraba en el Villanueva la noche del 22 de enero de 1869. Algunos lo imaginan repartiend­o allí ejemplares del periódico La Patria Libre, que editó junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez, donde publicó «Abdala», su poema dramático dedicado a la patria. Otros argumentan que colaboraba en el parto de

la esposa de su maestro Rafael María de Mendive. Lo cierto es que recogió el hecho en su verso sencillo número XXVII: «El enemigo brutal / nos pone fuego a la casa. / el sable la calle arrasa, / a la luna tropical. // Pocos salieron ilesos / del sable del español: / la calle, al salir el Sol, / era un reguero de sesos.

El cine cubano ha reflejado el espíritu de esa época. En José Martí, el ojo del canario, de Fernando Pérez, y en la recién estrenada Inocencia, de Alejandro Gil, el espectador puede ver una recreación rigurosa de aquellos tiempos en que se iniciaba la batalla por la independen­cia de Cuba.

22 DE ENERO, DÍA DEL TEATRO CUBANO

Fue el 22 de enero de 1999. Se otorgaba por primera vez el Premio Nacional de Teatro, que recibieron Raquel y Vicente Revuelta, fundadores del mítico Teatro Estudio. La doctora Graziella Pogolotti los elogiaba: «…a ellos, que han sido fundadores, les merece con toda justicia este primer premio. A ellos que, como ocurre con la familia teatral, más que con ninguna otra, ejercen el acto de entrega más extraordin­ario: la entrega de toda la vida en cada instante irrepetibl­e, frágil, en que se produce el teatro. Por ellos reconquist­amos nuestras memorias, el sentido de permanente búsqueda, de permanente fidelidad, también a la tradición de nuestra escena, de permanente fidelidad a ese espectador en el que todos nos encontramo­s y convencemo­s».

Se acerca la fecha en que se elegirá el Premio Nacional de Teatro 2019, que esta vez adquiere notable relevancia porque recordamos los ciento cincuenta años de los sucesos del Villanueva, el día en que se juntaron, para siempre, los destinos del teatro y la nación.

THE DESTINIES OF THEATER AND THE NATION

Since the first days of this year, expectatio­ns have grown due to the announceme­nt of the Premio Nacional de Teatro (National Theater Award): the highest recognitio­n bestowed upon theater players in the country. January 22 is the date fixed for the ceremony in remembranc­e of the Villanueva events.

One hundred days after the outbreak of the War of Independen­ce, Caricatos Company was presented in that theater hall. They presented the play Perro huevero aunque le quemen el hocico by Juan Francisco Valerio. Cheering of “Céspedes” and “Cuba” were heard. Then the Volunteer Corps invaded the Villanueva Theater, charged on the audience and made a massacre.

In 1999, the National Theater Award was bestowed for the first time, and was received by Raquel and Vicente Revuelta, founders of the legendary Teatro Estudio. This time, it gains remarkable relevance because we are commemorat­ing the one hundred and fifty years of the Villanueva events, the day on which the destinies of the theater and the nation merged forever.

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