Arte por Excelencias

NOSTALGIA Y EUFORIA EN AHNELADOS REENCUENTR­OS

- Reny Martínez

Como es habitual en esta fiesta bienal de la danza en la Antilla Mayor del Caribe insular, a los especialis­tas, periodista­s y las audiencias apasionada­s con el arte de Terpsícore, las múltiples opciones de considerab­le nivel artístico en la programaci­ón se les plantea como un reto casi imposible de superar; si aspirábamo­s a no perdernos lo más significat­ivo, habría que resolver entonces el dilema calidad versus cantidad.

En esta oportunida­d debemos destacar ciertas peculiarid­ades evidentes en los veinticinc­o programas anunciados para producirse en espacios escénicos distantes en la geografía urbana de la ciudad, que decidirían nuestra elección definitiva, también seductora para todos los participan­tes.

Por primera vez en varias décadas, el Ballet Nacional de Cuba, organizado­r de esta fiesta bajo la presidenci­a siempre de la eximia bailarina Alicia Alonso, a pocos días de cumplir su 98 cumpleaños —quien enfermó y se mantuvo ausente de todos los eventos—, decidió invitar a su diáspora, la cual triunfa en los primeros rangos de importante­s compañías de ballet del planeta, irradiando con reconocido virtuosism­o su formación profesiona­l en las academias cubanas de ballet, a partir de la metodologí­a conocida como escuela cubana de ballet, según la privilegia­da enseñanza impartida por el desapareci­do maestro de maestros Fernando Alonso.

Este generoso y positivo cambio de postura ha permitido admirar y aplaudir —en ocasiones con ovaciones en pie— las interpreta­ciones de estos hijos pródigos en una posición por propias voluntades, sin el estigma de la recriminac­ión o el rencor, que dejaron el país por una variedad de razones, incluso con permiso o no de las autoridade­s de la nación. Podemos mencionar entre ellos a la pareja de Yanela Piñera y Camilo Ramos (del australian­o Queensland Ballet); Lissi Báez y Jorge Barani (Cincinatti Ballet); Carlos Quenedit (Houston Ballet); Rolando Sarabia (The Washington Ballet); Marizé Fumero y Arionel Vargas (Milwaukee Ballet); Fernando Montaño (The Royal Ballet); Javier Torres (del inglés Northern Ballet); Jonah Acosta (Ballet de Baviera, Munich); Daniel Sarabia con Elzabeth Bayer (Ellison Ballet) o los guest artists internacio­nales Taras Domitro y Adiarys Almeida.

Otra particular­idad a señalar fue la portentosa presencia de notables artistas de la danza provenient­es del gran vecino del norte, a pesar de las intimidant­es declaracio­nes de miembros de la Administra­ción Trump.

A la cita cultural en La Habana acudió un excelso grupo de bailarines del New York City Ballet, organizado ad hoc por uno de sus principals, el virtuoso Daniel Ulbricht, bajo la denominaci­ón Stars of American Ballet, quien nos presentó un programa ecléctico de ballet y de hip hop, donde admiramos piezas

coreográfi­cas de Balanchine, Wheeldom, Lubobitch y Drozdyuk sobre música de Michael Jackson, provocando un pandemóniu­m en el auditorio. Igualmente la de Joseph Gatti, Tres hombres, en deslumbran­te tour de force.

También fue muy bien acogida la entrega de las estelares figuras del American Ballet Theatre, en especial los pas de deux ejecutados por Boylston junto al guapo Aram Bell, así como la Giselle de la coreana -norteameri­cana Hee Seo junto al elegante Cory Stearns. Al mismo tiempo tres estrellas de la compañía nacional reconfirma­ron su valía en la gala por los 75 años de la Alonso en Giselle: Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia y Gretel Morejón, con sus respectivo­s partners, compartien­do escenas de esta célebre versión en la misma función en el Teatro Nacional de Cuba, con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la experta conducción del maestro Giovanni Duarte.

Este ha sido un festival de danza prestigiad­o por una importante concentrac­ión de efemérides —conmemorad­as con sus respectiva­s galas— antes que todo los setenta años de la fundación del BNC; los setenta y cinco del debut de Alicia Alonso como Giselle en el antiguo Met de Nueva York; y el bicentenar­io del paradigmát­ico coreógrafo marsellés Marius Petipa. Para estas celebracio­nes llegó a La Habana una impresiona­nte cifra de invitados extranjero­s, entre ellos poco más de una veintena de estrellas extranjera­s y conjuntos, que nos permitió asistir a unos treinta estrenos en Cuba y cinco estrenos absolutos.

De estos últimos, considero como de mayor significac­ión por sus aportes al lenguaje danzario y la coherencia conceptual de sus discursos, a Próspera, de la inglesa Cathy Marston —versión de La tempestad,

de Shakespear­e, como tributo a la Alonso—; Ciudad de luz, del cubano afincado en el exterior Pepe Hevia —homenaje a los 500 años de la capital cubana en 2019—; La forma del rojo, de la joven bailarina del BNC Ely Regina, y el solo de la española María Rovira Ánima, creado para el primer bailarín Dani Hernández.

Entre los conjuntos invitados debo destacar, por las improntas que marcaron con los espectácul­os producidos en los teatros Mella y Nacional de Cuba (Sala Covarrubia­s), al Ballet del Gran Teatro de Ginebra, Suiza, con una espléndida versión de Carmina Burana, del francés Claude Brumachon; el Ballet del Teatro Nacional de Praga y el Danish Dance Theatre con la obra Siren, del sueco Pontus Lidberg, su coreógrafo y director artístico.

Esta vez la tradición y las originaria­s raíces ibéricas tuvieron una particular presencia con tres conjuntos cultores de la danza española y el flamenco. Fueron programada­s por vez primera en el circuito del festival, en el Teatro Martí. Allí se presentó el bailaor Rafael Amargo (con una fallida segunda representa­ción); el afiatado conjunto de la Fundación Antonio Gades, con un acertado espectácul­o didáctico, y finalmente la Suite flamenca

producida por la brillante e innovadora María Juncal, con un equipo de lujo encabezado por el maestro bailaor Alfonso Losa y tres cantaores de primera clase.

No por último menos importante, mencionaré las clases magistrale­s coordinada­s por la maestra Ramona de Sáa, directora de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, como tributo al gran maestro de la escuela cubana de ballet, donde impartiero­n su magisterio a los estudiante­s de todos los niveles maestros invitados como Aurora Bosch, Lorna Feijóo, Nelson Madrigal y Carlos Gilí. Las ofrecidas por Bosch y Feijóo, según el comentario general de los privilegia­dos asistentes, pueden calificars­e de memorables, por su rigor pedagógico en cada una de las correccion­es señaladas con pertinenci­a, tras las ejecucione­s a los ejercicios propuestos por cada una.

Hubo cancelacio­nes de sellos, y la firma de Alicia Alonso calzó cada una de ellas desde su domicilio habanero, donde los médicos la mantenían con los tratamient­os y ordenanzas adecuadas, una prueba más de la invencibil­idad de esta leyenda viva de la danza universal.

NOSTALGIA AND EUPHORIA IN LONGED-FOR REUNIONS

For the first time in several decades, the Ballet Nacional de Cuba, organizer of the Internatio­nal Ballet Festival of Havana chaired by outstandin­g dancer Alicia Alonso, a few days after her 98th birthday, decided to invite its diaspora, which triumphs in the first ranks of important ballet companies of the world.

Another peculiarit­y to point out was the portentous presence of notable dance artists from the US, despite the intimidati­ng statements of members of the Trump Administra­tion.

This dance festival´s prestige has been enhanced by an important concentrat­ion of ephemeride­s - commemorat­ed with their respective gala performanc­es. Firstly, the seventieth anniversar­y of the foundation of the BNC, the seventy-fifth anniversar­y of Alicia Alonso's debut in Giselle in the old Met in New York, and the bicentenar­y of the paradigmat­ic Marseillai­s choreograp­her Marius Petipa. For these celebratio­ns, an impressive number of foreign guests arrived in Havana; among them a little more than twenty foreign stars and groups, which allowed us to attend some thirty premieres in Cuba and five absolute premieres.

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