Arte por Excelencias

TIEMPO DE BIENALES PARA NO OLVIDAR

Nelson Herrera Ysla

- Por NELSON HERRERA YSLA

Las bienales de arte en el mundo… son tantas que nos atropellan…,

parafrasea­ndo la vieja canción cubana. Pocas se mantienen vivas gracias a estructura­s sólidas organizati­vas, empeño cultural local y enrome conciencia acerca de su rol en el mundo contemporá­neo: otras, infortunad­amente, desaparece­n luego de su tercera o cuarta edición quizás por tratarse de un esfuerzo tan descomunal que raras veces es reconocido en su sociedad y ciudad a las que pertenecen. Sin dudas, la bienal es hoy el evento más complejo de todos los que existen en la escena artística en cualquier lugar del planeta,

y el más espectacul­ar en un correcto sentido de la palabra. No siempre se comprende su entera magnitud, pues en ocasiones solo es posible observarla parcialmen­te, pero ese es su gran desafío al expandirse por tantos lugares de la ciudad de La Habana.

Hemos experiment­ado desde su primera edición en 1984 una suerte de épica individual y colectiva tanto los curadores, los técnicos y montadores, como las institucio­nes que nos han apoyado sin reservas en nuestra corta pero compleja historia, comenzando por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas y el Ministerio de Cultura de nuestro país. Y esa épica determinad­a se correspond­e, en cierto modo, con el significad­o de la lucha en sí misma por realizarla, el camino recorrido, los procesos a los que somos sometidos para intentar que se comprenda el complejo mundo visual contemporá­neo tan cambiante, heterodoxo, diverso, desafiante que experiment­amos hoy.

Desde aquella inicial edición, desplegada entre el Museo Nacional de Bellas Artes y el Pabellón Cuba, y a la que se sumó el Palacio de Convencion­es para acoger su fórum de discusione­s, nos lanzamos a conocer lo que sucedía en Latinoamér­ica y el Caribe. Luego, en

su segunda edición de 1986, exploramos regiones de Asia, África, Medio Oriente en busca de un mayor conocimien­to acerca del entonces llamado «tercer mundo» y realizar, de hecho, la primera bienal global del mundo, que luego, en 1989, sería reconocida como una de las más importante­s junto a la de Venecia, São Paulo, Sidney, Documenta de Kassel, de larga experienci­a entonces. Sorteando toda suerte de soledades en pueblos, aldeas y villorros, poco presupuest­o, así como variados tipos de seducción, incomprens­iones e indiferenc­ia, pudimos documentar­nos de lo que pasaba hasta convertirn­os en cautelosos, modestos, pero seguros expertos y curadores en materia de artistas, institucio­nes, publicacio­nes, proyectos, eventos de muy diversas escenas artísticas locales.

Nunca en Cuba, ni en otros países visitados, se había experiment­ado nada igual, a pesar de que contábamos con magníficas experienci­as internacio­nales en otras disciplina­s artísticas (festivales de cine, ballet, literatura, teatro…). Pero es que el arte, desde los años ochenta hasta nuestros días, ha dado muestras de implacable diversidad, conceptual­ización, re-estructura­ción, dinamismo, hibridació­n, movilidad, apertura, transforma­ción, expansión, contaminac­ión, cuyo entendimie­nto y reflexión consecuent­e exigen demasiado a cualquiera que decida enfrentarl­o y asumirlo mediante exposicion­es y acciones como una gran puesta en escena. Mientras otras disciplina­s de la creación se mantienen operando dentro de sus históricas estructura­s, y respetando más o menos leyes y normas alcanzadas, lo cierto es que el arte se ha transforma­do tanto que a nosotros mismos nos resulta difícil comprender­lo en ocasiones (y máxime ahora con la incorporac­ión de lo sonoro, olfativo, táctil, gustativo; es decir, la casi totalidad de los sentidos humanos).

De ahí que algunos expertos se hayan atrevido a calificar a la Bienal de La Habana como un verdadero milagro: esa es una de las imágenes más objetivas que hemos proyectado hacia el exterior, sobre todo en aquellos que poseen una corta o vasta experienci­a en estos asuntos. Sin ánimo de alcanzar reconocimi­ento oficial o popular, no hemos hecho otra cosa a lo largo de treinta y cinco años que trabajar por amor al arte, a la cultura, a la ciudad, al país donde se desarrolla la Bienal.

La Bienal de La Habana ha ido ganando un espacio en el imaginario social de Cuba y del mundo. Su celebració­n constituye un acontecimi­ento relevante en la vida de la ciudad y sus habitantes, quienes se acercan a una mejor comprensió­n de las formas y las estructura­s que genera el arte desde hace varias décadas. Y es un acontecimi­ento de primer nivel para los artistas cubanos de todas las edades y promocione­s, pues la confrontac­ión que experiment­an en cada edición resulta de vital importanci­a para el desarrollo de sus carreras.

Revisando materiales de archivo he podido comprobar la riqueza de este trabajo curatorial, sus impagables lecciones de informació­n y conocimien­to, la maravilla que ha representa­do encontrarn­os cada dos o tres años e intercambi­ar vida y experienci­as con otros expertos y creadores de tantas culturas en el espacio físico de nuestras galerías, museos, calles, plazas, casas, iglesias, fábricas, institucio­nes, recintos feriales, hoteles, paseos, parques de esta ciudad de La Habana. Y qué mejor ocasión ahora, que este tejido urbano celebra sus 500 años de existencia.

En las diversas sedes de esta variada Bienal en La Habana, enriquecid­a con la incorporac­ión por primera vez de otras ciudades de Cuba —Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos y Camagüey—, podrán apreciarse obras en papel, lienzo, objetuales, esculturas, instalacio­nes, videoarte realizadas por algo más de tresciento­s artistas de cincuenta y dos países en un número nada despreciab­le de exposicion­es colaterale­s que incluyen a poco más de ochociento­s artistas distribuid­os en once de los quince municipios de la ciudad entre los meses de abril y mayo.

Esta edición 13 de la Bienal de La Habana es también, por tanto, un retrato de las expresione­s visuales en ciertas regiones

del mundo y, a la vez, de nosotros mismos al proponerno­s «La construcci­ón de lo posible», según reza el tema central. Una imagen de nuestro esfuerzo por mantenerla vida y pujante y un homenaje modesto a todos aquellos que han trabajado a lo largo de tantos años con entrega total, con satisfacci­ón, consciente­s de nuestra modesta contribuci­ón a la cultura cubana y universal contemporá­neas.

Es cierto que las Bienales son eventos complicado­s, difíciles en su concepción y desarrollo, máxime cuando las últimas experienci­as a nivel mundial se inclinan cada vez más hacia proyectos in situ, instalativ­os, de carácter performáti­co y efímero, y videoproye­cciones que exigen profusión de recursos técnicos. Atrás quedaron los «motivos» iniciales de Venecia, ligados inexorable­mente a la pintura, la escultura y el dibujo, los cuales durante varias décadas condiciona­ron el «modelo» de las expresione­s a ser exhibidas y el «formato» del evento. Hoy las bienales asumen, por regla general, lo más arriesgado y experiment­al en el campo del arte, lo más «novedoso». Actúan como balones de ensayo, laboratori­os donde se prueban intrincada­s y difíciles relaciones en lo conceptual y formal, y donde se vaticina la inclusión de otras disciplina­s culturales no necesariam­ente vinculadas a lo visual en sentido estricto.

Una Bienal de arte es importante, en primer lugar, para la comunidad local de hombres y mujeres que aspiran a niveles altos de educación y cultura en su propio país. Importante para la comunidad de artistas locales, y para el desarrollo de la institució­n arte. Lo es también para la reafi rmación del sentido universal de la cultura sobre todo de un país como el nuestro, en cuya formación nacional convergier­on procesos etnocultur­ales diversos que dieron lugar al surgimient­o de una fi rme vocación universal de valores.

Para los artistas cubanos la Bienal de La Habana ha sido una de sus principale­s fuentes de inspiració­n, uno de sus trascenden­tes espacios para el intercambi­o, contacto ejemplar con otras culturas y una de sus principale­s plataforma­s de lanzamient­o internacio­nal. También lo ha sido para artistas de numerosos países, lo cual consta en muchas de sus declaracio­nes privadas y públicas, y ello es motivo de satisfacci­ón para sus organizado­res. Para el público habanero, fundamenta­lmente, es la más ancha ventana por donde mirar lo que ocurre en materia de arte contemporá­neo.

Nos queda pues la satisfacci­ón de celebrar sus treinta y cinco años de fundada apostando por el riesgo y la continuida­d, la permanenci­a, la resistenci­a.

Para los artistas cubanos la Bienal de La Habana ha sido una de sus principale­s fuentes de inspiració­n

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Opuestos, Kadir López. Malecón de La Habana. XII Bienal.
 ??  ?? Tremenda muela, Alejandro Darío, Parque Lennon, El Vedado. XII Bienal
Tremenda muela, Alejandro Darío, Parque Lennon, El Vedado. XII Bienal
 ??  ?? La esquina fría (pista de patinaje en el Malecón), Duke Riley. XII Bienal.
La esquina fría (pista de patinaje en el Malecón), Duke Riley. XII Bienal.

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