Arte por Excelencias

LA SOCIEDAD FILARMÓNIC­A

- Mario Cobas Sanz Obra El sonido de los irreverent­es, Amaury Palacio Puebla

En Bayamo se inauguró la Sociedad Filarmónic­a en el año 1840, siguiendo el modelo de las creadas en La Habana, Matanzas y Santiago de Cuba. Estaba ubicada en uno de los extremos de la que hoy se conoce como Plaza de la Revolución. Carlos Manuel de Céspedes, después de diplomarse en la Universida­d de Barcelona y hacer un periplo por Europa, regresó a Bayamo en el año 1844 y encontró espacio en la Sociedad Filarmónic­a, donde se insertó de manera activa en la vida cultural de la ciudad, de modo particular a través de la poesía, la música, el teatro, la pedagogía, el ajedrez y la política. Con miras a renovar el destino de la Sociedad Filarmónic­a, el 24 de febrero de 1851 se eligió una nueva directiva, que habría de regir el año corriente, la cual nombró como director a Pedro Figueredo Cisneros y para secretario a Carlos Manuel de Céspedes. A partir de entonces Bayamo comenzó a experiment­ar un florecimie­nto que se gestó en torno a la Sociedad Filarmónic­a. Esta institució­n se convirtió en el alma de la cultura bayamesa y en un importante centro de promoción de la ciencia, el arte y los valores ciudadanos, determinan­tes en la consolidac­ión de una conciencia patriótica. Desde la Sociedad Filarmónic­a, Carlos Manuel de Céspedes criticó el despotismo y enfrentó la prepotenci­a de los gobernante­s españoles, entre ellos al teniente gobernador de Bayamo, Toribio Gómez Rojo. En un banquete que tuvo lugar el 12 de febrero de 1852 en la Filarmónic­a en presencia del mencionado militar, este, después de haber bebido algunas copas, invitó a José Fornaris, Lucas del Castillo y Carlos Manuel de Céspedes a improvisar versos. Las estrofas de Céspedes resultaron explosivas y llenas de ardor patriótico: «Valen mucho los cubanos / en aquesta hermosa Antilla, / y aunque se oponga Castilla, / ellos serán soberanos».

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