Arte por Excelencias

EL FUEGO JAMÁS SE APAGA

- Reinaldo Cedeño

La Fiesta del Fuego, como también se conoce al Festival del Caribe, concluyó su última edición. En Santiago de Cuba, ciudad telúrica y sonante, ciudad de montañas y carnavales, ciudad rebelde, donde nadie teme mirar a los ojos de su semejante ni tiene reparo en tender una mano amiga.

Cuando el diablo simbólico arde al lado de la bahía, frente al mar Caribe, como un exorcismo, parece que se extingue la fiesta, pero es solo una figuración. La llama se resguarda, cual rescoldo vivo, en lo más sagrado de la tierra.

Santiago de Cuba recibió con los brazos abiertos a la República Oriental del Uruguay. El Caribe va más allá de estas aguas, va saltando continente­s, va fundando amores, va con sus ancestros y herencias, sus toques y olores. Impone la paz en la diversidad.

El son y el candombe se dieron la mano. El tango y el bolero. Cubanos y montevidea­nos.

En la tierra de José María Heredia, el cantor del Niágara; en los predios de Cos Causse, El Quijote Negro, se homenajeó a Juana de América, a la Ibarborou, a su libro Cien años no bastan para el olvido. Volvió Lola Rodríguez de Tió desde la Borinquen amada a Cuba, como alas de un mismo pájaro, con un solo corazón. Y Teresa Melo con su sombra protectora.

No ha sido poco lograr treinta y nueve ediciones ininterrum­pidas de una fiesta que se ha transforma­do ya en una verdadera olimpiada cultural. A contrapelo de las circunstan­cias, apelando siempre a la creación, tocando puertas, juntando voluntades y cantos.

Creadores, poetas, artistas populares —esos que inflan su pecho al calor de la tradición—, llegados de las pequeñas islas del Caribe, de las Antillas, de las costas del continente americano, de más allá… Tal vez todo se resuma en un abrazo, en la certeza de una próxima vez. Julio espera. El fuego jamás se apaga.

THE FIRE NEVER GOES OUT

The Fire Fest, as the Caribbean Festival is also known, concluded its latest edition in Santiago de Cuba: a telluric and sounding city, a city of mountains and carnivals, a rebel city, where no one fears to look into the eyes of his fellow man or hesitates to offer a helping hand.

When the symbolic devil burns beside the bay, facing the Caribbean Sea, like an exorcism, the party seems to be extinguish­ed, but it is only a figuration. The flame is protected, like living embers, in the most sacred spaces of the ground.

Santiago de Cuba welcomed with open arms the Oriental Republic of Uruguay. The Caribbean is present even beyond these waters, it bounces through continents, it founds loves, it goes to its ancestors and inheritanc­es, its touches and scents. It imposes peace through diversity.

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