Arte por Excelencias

EMILIO MORALES la música es un estado de ánimo

El pianista cubano, arreglista y compositor, es virtuoso desde el instrument­o que eligió desde la niñez, y con él transita con elegancia desde el clasicismo hasta lo contemporá­neo.

- Por ANA MARÍA DOMÍNGUEZ CRUZ Fotos ARCHIVO EXCELENCIA­S

No puede acostarse a dormir sin «haberle pasado la mano al piano» en algún momento, y no concibe hacer música sin que la cubanía brote «en el estribillo, en la síncopa, en el tumbao… Lo cubano se lleva en la sangre y sale siempre en cada nota».

Emilio Morales, músico cubano, arreglista y compositor, es virtuoso con el

instrument­o que eligió desde la niñez en la interpreta­ción de repertorio­s de la música popular bailable, el filin, la canción y, sobre todo, en el jazz, «donde se es más libre desde el punto de vista musical».

Espontáneo, carismátic­o y en especial afable, Emilio transita desde el clasicismo hasta lo contemporá­neo. «La formación en las escuelas de la enseñanza artística en Cuba así lo permite, y quie

nes egresamos de sus aulas y en ellas estamos como profesores comprendem­os la importanci­a de desplazarn­os por ese abanico con amplitud».

En 2008 fundó la agrupación Los Nuevos Amigos, en la que le acompaña desde entonces Enrique Lazaga, y a la que se han sumado muchos músicos a lo largo del tiempo. «El nombre es un pretexto para arrancar del olvido aquellas descargas de Israel Cachao López y de otros talentosos en los años treinta del siglo pasado». Como es al fin y al cabo una reunión de amigos, se ha aderezado con voces como las de Vania, Leo Vera, Osdalgia, Omara Portuondo, Beatriz Márquez y Sory, que le ponen sentimient­o a las composicio­nes de José Antonio Méndez, Rolando Vergara, Piloto y Vera, Frank Emilio, Eliseo Grenet, Ñico Rojas, Adolfo Guzmán, César Portillo de la Luz, María Teresa Vera y muchos más.

¡Artista! Esa fue la palabra que, según los recuerdos de su madre, pronunció Emilio con solo 3 años. Aunque no está convencido de ello, lo cierto es que fue ese el impulso para que ella, quien tarareaba canciones todo el día, lo adentrara en el mundo de la música, aunque en la familia seria él el primero en recorrer ese camino. «Mi madre adoraba el tango y quiso que tocara acordeón, para acercarme de algún modo al bandoneón. Por suerte, en la escuela me convidaron al piano y desde sus teclas la complacía a veces, con aquellos tangos desgarrado­res».

A su padre le agradece Emilio haber concluido sus estudios en la Escuela Nacional de Arte. «Más cerca de terminar la carrera que de haberla empezado, pensé en abandonarl­a. Mucha dedicación, mucha práctica diaria, y sobre todo el temor de no poder superarme. Pero él vio un futuro en mí, como lo vieron los profesores de la escuela, que tuvieron tanta paciencia conmigo. Era muy joven, y en ocasiones, cuando se es tan joven, no se valora lo que uno es capaz de hacer para trazarse un futuro».

La música se siente desde dentro, y solo así puede brotar pura y perfecta, me dice. «No basta con aprenderte la partitura y creer que así ya tocas a Chopin, a Beethoven, a Mozart. Todo lo que aprendí con los profesores de la escuela soviética en aquellos años me hizo cambiar mi percepción de lo que hacía. La música no es reproducci­ón mecánica de unas notas. La melodía, la armonía, la pasión que se irradia desde dentro es otra cosa».

Su trabajo en la Orquesta Hermanos Avilés, durante su estancia en Holguín luego de graduado, le amplió sus horizontes musicales. Luego, con Joaquín Betancourt en Opus 13, con César López en Habana Ensemble, con Paulo FG y su Élite, con José Luis Cortés y NG La Banda, Emilio comprendió que «el músico tiene que ser ágil, tiene que ser mejor cada día, tiene que entender las fórmulas de la improvisac­ión, tiene que aceptar que siempre hay algo nuevo por aprender».

¿Cómo mantener la cubanía, aun cuando interprete­s temas de autores extranjero­s?, le pregunto. Sonríe. «La música se respeta como se respeta el legado de los grandes. Mantener la cubanía no es regresar totalmente a los años cincuenta. Es dejar fluir lo que somos, porque ser cubano se respira y se contagia. La música es también un estado de ánimo, y no se puede interpreta­r el primer movimiento de la Sonata patética de Beethoven igual que un tema de Frank Emilio o Dizzy Gillespie. Si la sientes, si la dejas entrar en ti, entonces saldrá como debe ser».

MUSIC IS A STATE OF MIND

Emilio Morales, a Cuban musician, arranger and composer, is a virtuoso of the instrument he chose, since childhood, in the performanc­e of repertoire­s of popular dance music, “filin,” and, above all, jazz, "where you are more free from the musical point of view.”

Spontaneou­s, charismati­c and especially affable, Emilio fluctuates from classic to contempora­ry music.

In 2008, he founded the group “Los Nuevos Amigos,” in which Enrique Lazaga has been with him ever since, and to which many musicians have joined over time. «The name (The New Friends) is a pretext to revive those jam sessions of Israel Cachao López and other talented people in the 1930s». Since it is definitely a meeting of friends, the group has been seasoned with voices like those of Vania, Leo Vera, Osdalgia, Omara Portuondo, Beatriz Márquez and Sory, who put their souls into the compositio­ns of José Antonio Méndez, Rolando Vergara, Piloto y Vera, Frank Emilio, Eliseo Grenet, Ñico Rojas, Adolfo Guzmán, César Portillo de la Luz, María Teresa Vera, and many more.

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Espontáneo, carismátic­o y afable.

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