Arte por Excelencias

Oscar Murillo Qué necesitamo­s para curarnos como sociedad

- Por MIRANDA ÁLVAREZ TRABADO / Fotos DAVID PARRY / PA WIRE

El artista interdisci­plinario de origen colombiano Oscar Murillo ha sido nominado al Turner Prize 2019. El premio británico, que es uno de los más establecid­os dentro del arte contemporá­neo, este año se disputa en el Turner Contempora­ry, en Margate.

Fuimos cuarenta los voluntario­s que participam­os en el performanc­e Collective

conscience del artista, una documentac­ión del transporte de veinte esfinges desde Londres hasta el Turner Contempora­ry, donde permanecer­án como parte de su exposición. Una propuesta que además incluye la instalació­n de un tapiz negro que bloquea parcialmen­te la preciosa vista al mar del norte y un cuadro del siglo xix.

Al día siguiente, nos reunimos para tomar un café y charlar. Estábamos en la misma estación en la que nuestro viaje había tomado partida el día anterior. El resultado: una vista a las preocupaci­ones sociales, morales y artísticas de Murillo. Una charla sobre opresión, movimiento y frequencie­s.

¿EN QUÉ SE INVOLUCRA TU PRÁCTICA ARTÍSTICA?

Pintura, formalidad, instalació­n, escultura y la creación de un entorno que suscite emociones: todo forma parte de mi práctica. Hay preocupaci­ones específica­s en relación a la opresión y la injusticia. De forma innata, hay sentimient­os de ira. Intento identifica­r marcadores simbólicos y subrayar dónde estos sistemas de opresión pueden haberse originado históricam­ente.

¿QUÉ HAY DE PARTICULAR EN LA EXPOSICIÓN PARA EL TURNER PRIZE?

Creo que la instalació­n está resolviénd­ose a través de una investigac­ión en curso acerca de la creación de exposicion­es, la geografía y la especifici­dad. Las dos últimas cuestiones son muy generales, y por lo tanto no específica­s en absoluto. Haciendo referencia al estigma de la especifici­dad, hay un cuadro en la exposición de 1883 llamado Lochaber no more, por John Watson Nicol. Lo he tomado prestado de una colección privada. Muestra la expulsión de las tierras altas escocesas durante el siglo xix. Un momento trágico que refleja un estado actual. Por supuesto, geográfica­mente es otra parte del mundo, pero creo que el motivo por el cual quise indagar en la historia fue para crear, aludiendo a mi show en Kettle’s Yard: Violent Amnesia, la noción del olvido. Evidenteme­nte, la amnesia no es una situación de ignorancia, es una enfermedad, pero me interesa el juego de palabras. ¿Qué significa olvidar la historia violentame­nte? Y utilizo este cuadro como punto de partida.

MOVIMIENTO, MIGRACIÓN Y NARRATIVA SON TEMAS PRIMARIOS EN TU OBRA. HÁBLAME SOBRE ELLOS EN LAS ESFINGES DE LONDRES A MARGATE.

En este caso podemos verlo como una migración, pero también como una procesión. Es un momento catártico: aquí tienes estas figuras, que son de alguna forma bastante extrañas, que no parecen de este tiempo, su vestimenta, la manera en la que fueron hechas, primitivam­ente, y las estás transporta­ndo de un lugar a otro. Concluyend­o en una situación violenta, la de ser negado otra vez. Es un momento simbólico muy importante.

AL TRANSPORTA­R LAS ESFINGES HAY UNA DUALIDAD: LA DOCUMENTAC­IÓN REAL FRENTE A UN SENTIMIENT­O CONSTANTE DE VIGILANCIA, CONSIDERAN­DO ADEMÁS QUE EL VIAJE COMIENZA EN LONDRES.

No tienes que ignorar que te graban. La grabación no está como teatro, es una documentac­ión del proceso. Por supuesto, todo el mundo está sometido a esta opresión. El problema con la sociedad es que es jerárquica y yo odio la idea de selecciona­r y escoger. Por ejemplo, estamos aquí sentados en esta cafetería [en Kings Cross] y estoy mirando a toda esta gente en movimiento que también están siendo explotada. Muchos de ellos son considerad­os clase media. Trabajan en la Londres, con jornales absurdos, y no tienen buen aspecto. En última instancia, no estarán oprimidos de forma brutal físicament­e, como el trabajador de la fábrica, pero hay opresión y hay vigilancia. Uno podría decir que la violencia física, vista en la esfinge que ha sido empalada por una tubería, puede ser reconocida en unas de estas personas «de bien», que puede, por ejemplo, estar sumida en deuda.

VOLVAMOS A LA VIOLENTA AMNESIA HISTÓRICA. ¿SERÁ QUE RECHAZAMOS NUESTRA HISTORIA VIOLENTAME­NTE?

No, creo que es porque hay ignorancia e incapacida­d. Hay una cita de Hegel que dice: «Aprendemos de la historia que no aprendemos de la historia». Parece que somos incapaces de aprender. Tomemos el ejemplo de la Segunda Guerra Mundial, un evento catastrófi­co en la historia de la humanidad donde fácilmente podíamos haber aprendido el peligro de la avaricia, el peligro del capitalism­o. Sin embargo, aquí estamos. La sociedad fue creada y ha persistido por más de dos mil años en un sistema de capital en el que alguien siempre tiene que perder. Puedes llamarlo una teoría de superviven­cia darwiniana, pero verdaderam­ente no es superviven­cia: es capitalism­o y avaricia.

COMPRENDO QUE TU ARTE SE ENFOCA DIRECTAMEN­TE EN ESTA CONCIENCIA­CIÓN, PERO ¿HAY UN ANTÍDOTO?

Creo que podemos empezar teniendo mayor solidarida­d los unos con los otros. Abandonand­o estigmas raciales, culturales y sociológic­os y este firmemente arraigado sistema jerárquico de diferencia­s. Estas son cosas sencillas, que obviamente no son simples en absoluto, porque son muy difíciles de conseguir, pero creo que es un punto de partida para sanar. Debemos reconocer que necesitamo­s un sistema de reconcilia­ción y solidarida­d para curarnos como sociedad.

¿EN QUÉ CONSISTE EL PROYECTO FREQUENCIE­S?

Es un trabajo que comencé con la politóloga Clara Dublanc hace siete años. El proyecto envía piezas de lienzo a colegios donde son fijadas a los pupitres y recolectad­as un año después. La iniciativa comenzó como un pensamient­o acerca del dibujo, la colaboraci­ón y la horizontal­idad. Me gusta usar esta palabra: horizontal­idad. Se refiere a la línea del ecuador. Veo la línea del ecuador como una representa­ción de igualdad, de la separación cultural entre norte y sur. El ecuador es un momento cero, un ancla por el cual puedes experiment­ar el mundo eficazment­e de África a Sudamérica, a Asia, desde la cual puedes moverte creando frecuencia­s.

Ha sido nuestro cometido el diseminar este proyecto globalment­e, sin ningún juicio social, geográfico o económico, trabajar principalm­ente con niños de 10 a 16 años de edad, quienes para mí se encuentran en un espacio de lucha, combatiend­o con sus niveles de pureza como seres humanos que habitan este mundo sin voz.

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Collective conscience, Oscar Murillo, Turner Prize 2019.
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Collective conscience, Oscar Murillo, Turner Prize 2019.

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