MEDINAT AL-ZAHRA: LA CIUDAD BRILLANTE
Es la primera ocasión en que desde Cuba se asume su música desde un formato diferente.
El nombre de Armando Manzanero Canché es una referencia obligada cuando se habla de la banda sonora del Caribe y América Latina de los últimos sesenta años. En cada una de sus canciones ha definido actitudes, sueños y modos de vida de decena de hombres y mujeres cuando han descubierto la importancia de la palabra amor. Las historias que nos cuentan sus canciones tienen sus raíces en el mundo mágico-religioso que rodea a este continente en que habitamos.
Su música —enraizada en el bolero y la canción trovadoresca yucateca— forma parte de un fenómeno poco estudiado que tiene sus vínculos con lo que se conoce como el boom de la literatura latinoamericana, y que involucra al tropicalismo brasileño, el canto folclórico suramericano, la nueva trova cubana y la música salsa afrocaribeña, como partes complementarias de este acontecimiento cultural trascendente del siglo xx.
Y créanme que no es errada la anterior afirmación. El barroco que rodea a muchas de sus canciones, sus acercamientos filosóficos a la cotidianidad del hombre de este continente están presentes —tal vez contados con gran despliegue de recursos— en muchas de las obras literarias que nos representan, pudieron incluso ser parte oculta de algunas de esas historias al convertirse en su detonante erótico. Manzanero es hijo de ese mestizaje cultural y humano que define a los que nacen al sur del Río Bravo y que tienen lo Caribe en la sangre y el vivir.
Haila María Mompié es una negra cubana nacida en los años setenta, la misma década en que el boom literario y las corrientes musicales de este continente antes nombradas consolidaban su matrimonio cultural. Eran tiempos de una profunda espiritualidad que definía las utopías. Cultural y religiosamente, ella está más cerca de un personaje de las novelas de Jorge Amado (negra bahiana) que de cualquiera que haya imaginado Octavio Paz. Sin embargo, la música de Manzanero es el eslabón que une a estas dos tierras.
Haila, su personalidad, su voz y hasta su proverbial elegancia forman parte de la vida musical de los cubanos de estos tiempos. Musicalmente, ella se declara heredera del son y la guaracha, dos de los componentes fundamentales de la música salsa nacidos en esta isla, y con orgullo lo grita a los cuatro vientos.
Haila y Armando Manzanero tienen en común más genes culturales de lo que pueda pensarse, a pesar de que generacionalmente son equidistantes. Para demostrarlo han decidido hacer lo que mejor les identifica: producir un disco en común. Él pone las letras y su modo de decir cada vez que sea necesario. Ella, su voz y su carisma. Con todo respeto: Haila canta a Armando Manzanero es el fruto musical de esta unión que la Egrem ha puesto a circular.
No es la primera vez que los boleros de Manzanero son fetiche de la música salsa. Un rápido ejercicio de memoria invoca al menos unas diez versiones de muchas de ellas realizadas fundamentalmente en México, sobre todo por orquestas veracruzanas. Mas esta es la primera ocasión en que desde Cuba se asume su música desde un formato diferente. Me atrevo a decir que este fonograma es, igualmente, el debut fonográfico del importante compositor en estas tierras.
Con dichos antecedentes como punto de partida, es interesante acercarse a este fonograma y realizar un ejercicio de análisis desde el disfrute y la complicidad que se establece entre dos formas de hacer, vivir y disfrutar la música.
Lo primero que llama la atención en el fonograma es el equilibrio logrado