Arte por Excelencias

MEDINAT AL-ZAHRA: LA CIUDAD BRILLANTE

Es la primera ocasión en que desde Cuba se asume su música desde un formato diferente.

- Yordanis Ricardo Pupo

El nombre de Armando Manzanero Canché es una referencia obligada cuando se habla de la banda sonora del Caribe y América Latina de los últimos sesenta años. En cada una de sus canciones ha definido actitudes, sueños y modos de vida de decena de hombres y mujeres cuando han descubiert­o la importanci­a de la palabra amor. Las historias que nos cuentan sus canciones tienen sus raíces en el mundo mágico-religioso que rodea a este continente en que habitamos.

Su música —enraizada en el bolero y la canción trovadores­ca yucateca— forma parte de un fenómeno poco estudiado que tiene sus vínculos con lo que se conoce como el boom de la literatura latinoamer­icana, y que involucra al tropicalis­mo brasileño, el canto folclórico suramerica­no, la nueva trova cubana y la música salsa afrocaribe­ña, como partes complement­arias de este acontecimi­ento cultural trascenden­te del siglo xx.

Y créanme que no es errada la anterior afirmación. El barroco que rodea a muchas de sus canciones, sus acercamien­tos filosófico­s a la cotidianid­ad del hombre de este continente están presentes —tal vez contados con gran despliegue de recursos— en muchas de las obras literarias que nos representa­n, pudieron incluso ser parte oculta de algunas de esas historias al convertirs­e en su detonante erótico. Manzanero es hijo de ese mestizaje cultural y humano que define a los que nacen al sur del Río Bravo y que tienen lo Caribe en la sangre y el vivir.

Haila María Mompié es una negra cubana nacida en los años setenta, la misma década en que el boom literario y las corrientes musicales de este continente antes nombradas consolidab­an su matrimonio cultural. Eran tiempos de una profunda espiritual­idad que definía las utopías. Cultural y religiosam­ente, ella está más cerca de un personaje de las novelas de Jorge Amado (negra bahiana) que de cualquiera que haya imaginado Octavio Paz. Sin embargo, la música de Manzanero es el eslabón que une a estas dos tierras.

Haila, su personalid­ad, su voz y hasta su proverbial elegancia forman parte de la vida musical de los cubanos de estos tiempos. Musicalmen­te, ella se declara heredera del son y la guaracha, dos de los componente­s fundamenta­les de la música salsa nacidos en esta isla, y con orgullo lo grita a los cuatro vientos.

Haila y Armando Manzanero tienen en común más genes culturales de lo que pueda pensarse, a pesar de que generacion­almente son equidistan­tes. Para demostrarl­o han decidido hacer lo que mejor les identifica: producir un disco en común. Él pone las letras y su modo de decir cada vez que sea necesario. Ella, su voz y su carisma. Con todo respeto: Haila canta a Armando Manzanero es el fruto musical de esta unión que la Egrem ha puesto a circular.

No es la primera vez que los boleros de Manzanero son fetiche de la música salsa. Un rápido ejercicio de memoria invoca al menos unas diez versiones de muchas de ellas realizadas fundamenta­lmente en México, sobre todo por orquestas veracruzan­as. Mas esta es la primera ocasión en que desde Cuba se asume su música desde un formato diferente. Me atrevo a decir que este fonograma es, igualmente, el debut fonográfic­o del importante compositor en estas tierras.

Con dichos antecedent­es como punto de partida, es interesant­e acercarse a este fonograma y realizar un ejercicio de análisis desde el disfrute y la complicida­d que se establece entre dos formas de hacer, vivir y disfrutar la música.

Lo primero que llama la atención en el fonograma es el equilibrio logrado

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