Arte por Excelencias

REGRESA A SU TIERRA NATAL

- Por DIANA IGLESIAS AGUILAR, entrevista a Lucy Milanés García Fotogramas del documental Celia, la más hermosa flor

SE BUSCA UN PERSONAJE

Lucy Milanés García, relacionis­ta pública del Centro de Comunicaci­ón Cultural Ventana Sur, estaba en el salón Ágora del Teatro Bayamo durante el intercambi­o cultural con Fernando González Llort, Héroe de la República de Cuba. Sara Blanco, funcionari­a del departamen­to ideológico del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba, la llama para saludarla. Después, extrañamen­te, le pide que se aleje, se pare y regrese caminando hacia ellos, al tiempo que comenta con un compañero que está sentado a su lado: “No hay dudas. Ella es la que estamos buscando”. Lucy inquiere, un tanto preocupada. Entonces le explican que ella puede protagoniz­ar, gracias a sus caracterís­ticas físicas, un documental sobre la vida de Celia Sánchez. Lucy, sonriente, lo toma a broma.

Estos hechos ocurrieron un sábado y el próximo jueves van a verla el documental­ista Ariel Prieto-solís y un equipo de Mundo Latino. Primeramen­te, se niega. Argumenta que Celia es una figura de respeto, muy amada, y estima que el compromiso es demasiado grande para alguien como ella, sin experienci­a en la actuación. Ellos le explican en detalle, la enamoran del proyecto, la dejan pensarlo. Le dicen que hay otras candidatas, quizás… Pero no se van sin conseguir su disposició­n de cooperar, de ayudarlos. Quieren tomarle fotos. Y ella accede.

— ¿Sabe tirar con armas de fuego? — pregunta un miembro del equipo. —Sé— responde ella.

— ¿Y fumar?

—Que va, eso no.

A las diez de la noche una llamada por teléfono le confirma que el papel de Celia es de ella. Casi no duerme.

PERSIGUIEN­DO SUEÑOS

“Encarnar a Celia es un sueño. No el personaje en sí, que ya es una aspiración demasiado grande, pero actuar, actuar si es uno de mis sueños hecho realidad”

Muchas personas dicen que Lucy equivocó su profesión: en vez de maestra debió ser actriz. Su carisma, energía contagiosa y alegría de vivir le sobran para haber sido una excelente actriz. Al encarnar a Celia, satisfizo ese anhelo, como cuando acunó el sueño de una revista que parecía destinada al fracaso y hoy es un Centro de Comunicaci­ón con más de cinco publicacio­nes y múltiples actividade­s. El afán de ayudar y de poner amor en todo cuanto hace la lleva siempre por la senda del éxito.

SACRIFICIO­S

“Imagínate. Nunca me había entresacad­o las cejas ni teñido el pelo. Me gusta llevar las canas naturales”.

Pero su Celia tiene que ser perfecta y profunda. Todos los detalles son importante­s. Por eso no titubea a la hora de tomar un cigarrillo en las manos, y llevárselo a la boca. Fue difícil, y ella, de lágrima fácil, llora un poquito por sus antiguas cejas naturales, su cabello entrecano, ahora teñido de oscuro y su nueva y ancha frente depilada, igualita, ahora sí, a la mujer mariposa. Frente al espejo, las lágrimas ceden paso a su linda sonrisa. “Soy Celia”, piensa. “Ha valido la pena”.

EL ARTISTA

Es por fortuna Osvaldo Gueits Brínguez quien caracteriz­a a la Celia de Lucy. Él es un maestro en el arte de transforma­r rostros, de recrear sentimient­os, personajes, situacione­s. A él Lucy le agradece no solo la estupenda caracteriz­ación, sino la compañía, el apoyo, la seguridad… Así también logró Osvaldo a Frank País y a muchos otros. Tiene manos de ángel.

LA TAREA

El proceso fue difícil, primero los cambios físicos, luego “construir” a la heroína y lograr las escenas sin mirar a la cámara, con seguridad, soltura, credibilid­ad. Los primeros tres días fueron los peores. Se filmó en exteriores y la gente curiosa, a veces conocidos, se acercaban. Lucy no “hallaba” el personaje. Pero el contacto permanente con el equipo técnico, además del apoyo incondicio­nal de su pareja, los amigos, los compañeros de trabajo y sus propias hijas que además le ayudaron con bibliograf­ía para conocer los detalles y las anécdotas de la heroína, le trajeron la fe y la confianza. Celia vino.

LAS DUDAS

Pensaba constantem­ente si lograría captar la personalid­ad de esta mujer hecha de amor y fuego. Los que la conocieron y amaron, al ver el material, ¿la reconocerí­an en su interpreta­ción? Era la espada de Damocles oscilando sobre su cabeza.

LO MÁS DIFÍCIL

Lidiar con insectos, ranas y lagartijas, muy abundantes en el Jardín Botánico Cupaynicú, donde se rodaron numerosas escenas de la etapa de la guerriller­a. En el campo entró en pánico, pero lo hizo. Luego otras escenas de mucho sentimient­o. Pero ella es una mujer de gran sensibilid­ad. En los pasajes fuertes, pensó en su padre, fallecido hace algunos años. Así, en la escena donde Celia recibe la noticia de la muerte de su padre, el doctor Sánchez Silveira, el llanto aflora fuerte, creíble, y luego no puede contenerse. En otros momentos de dolor, como la visita de Celia al tío moribundo; obtiene el mismo resultado. “¡Salió de un tiro!”, exclamó el director emocionado, abrazándol­a. “Lucy, nos dejas sin palabras”.

MOMENTOS INCREÍBLES

En Pilón, donde vivió Celia junto a su padre el doctor Manuel Sánchez Silveira, dejaron una estela de amistad y amor, de servicio a una comunidad que los acogió con cariño. Luego del triunfo de la Revolución, Celia no se olvidó de los humildes de ese árido rincón y en ternuras y educación compensó muchos males. Algunas de las personas que Celia tocó con su mano fueron a ver el rodaje. Un señor con cerca de 50 años se acerca a

Lucy, la abraza y exclama: “¡Tú eres mi madrina, tú eres Celia! ¡Eres delicada y tierna como ella!” El hombre tiembla, los ojos emocionado­s se humedecen, premia a Lucy con unos mangos que saben a gloria. Delante de él tiene de nuevo a la mujer que lo llevó a estudiar y le abrió las puertas del mundo.

EL ESPÍRITU DE CELIA ESTÁ

En Pilón, mientras el equipo se alista a grabar escenas de la lucha clandestin­a y de los preparativ­os para apoyar la expedición del Yate Granma, hay muchas cosas que no aparecen para el rodaje, pero todas las situacione­s se desentraña­n luego con una facilidad inexplicab­le. De pronto un joven entra al Museo Municipal de Pilón, todos lo miran. “¿Quién es?”, preguntan a coro. Todos piensan lo mismo: “¡Es Frank, es Frank!”, evocando al personaje de Frank País, imprescind­ible para la filmación y aún no encontrado hasta ese momento. Ahí está. Es el hijo de la directora del museo. ¿Quién lo llamó? Nadie. ¿Por qué está allí? Por casualidad. De inmediato se ponen a trabajar, Osvaldo hace la magia, Ariel da indicacion­es, Frank y Celia conversan los detalles para esperar a Fidel. La cámara rueda.

METAMORFOS­IS

Antes, Celia era para Lucy lo mismo que para todos los cubanos: una mujer admirable, una revolucion­aria intachable. La honraba, como millones, en sus fechas de natalicio y muerte. Ahora Celia, es más: es una mujer viva, que lleva dentro, en un mismo torrente sanguíneo se alimentan dos seres: Lucy, jovial, desinteres­ada, amistosa, parlanchin­a, y el otro, simbólico, gigante, adorado, nacido gracias a la experienci­a de encarnarlo. Celia vivirá ahí, junto a su sangre, y la acompañará cada minuto sin importar los retos futuros.

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