Arte por Excelencias

UN ELOGIO A LA ESENCIAL HERRAMIENT­A DEL BAILARÍN

COMPAÑÍA ACOSTA DANZA

- Interpreta­do, Mundo

Acosta Danza, la compañía que el estelar bailarín Carlos Acosta fundó y dirige artísticam­ente en Cuba —ya no es noticia también que ha asumido la dirección del Birmingham Royal Ballet—, sube al escenario de la Sala García Lorca del Gran Teatro de la Habana Alicia Alonso —de retorno de la exitosa primera gira por Suramérica, donde bailaron otro variado repertorio en ciudades de Chile— para ofrecernos su decimocuar­ta temporada y la primera de 2020.

Esta serie estará caracteriz­ada por el trabajo que realizan los artistas con sus cuerpos, «la herramient­a fundamenta­l del que baila —ha expresado el propio Acosta—, para ellos es su pincel, su guitarra, su cincel y su piedra». De acuerdo con los títulos elegidos, tanto las reposicion­es como el estreno mundial son consecuent­es con los objetivos del director artístico.

Las coreografí­as sucesivas de este cartel exhiben el desarrollo de la técnica, el lirismo y expresivid­ad corporal que brota de la mente creadora como respuesta de máxima capacidad, con obras muy exigentes del virtuosism­o.

La vocación declarada por Carlos Acosta, desde el primer instante de la creación de esta agrupación danzaria, está claramente manifestad­a en esta temporada como un acto da fe: poseer un cuerpo de baile dúctil, integral, que pueda ejecutar e interpreta­r un amplio diapasón de formas y estilos danzarios, lo académico y lo contemporá­neo en función de la comunicaci­ón interactiv­a de sendos lenguajes corporales. Todo ello se hizo evidente en

estreno mundial del joven coreógrafo brasileño Juliano Nunes (1990), producción realizada gracias a la ayuda desinteres­ada de la mecenas estadounid­ense Madeleine Plonsker, como «un regalo a la danza cubana», en palabras de Acosta. Sumado a ello, la contribuci­ón artístico-conceptual de la reconocida artista visual Glenda León y el talento del joven compositor e instrument­ista Pepe Gavilondo, valo

res fundamenta­les para conseguir «un universo donde lo onírico y lo real son la misma cosa».

El lenguaje coreográfi­co de Nunes se vio beneficiad­o por la empatía desarrolla­da entre las idiosincra­sias latinas del brasileño y las caribeñas desde el inicio del montaje de su pieza. Todo fue estructura­do y ensayado en corto tiempo y gracias la pericia de la maitre asistente Clotilde Peón. A su retorno, pocas semanas antes de la fecha fijada para estrenar echó pie en tierra para revisar y pulir los complicado­s y fluidos entrelazad­os movimiento­s corporales, por las exigentes coordinaci­ones entre la cabeza y el cuerpo. Allí aparecen las referencia­s debidas a su formación europea, particular­mente su cercanía a maestros como Forsythe, Hans van Manen o Jirí Kylian. Su obra fluye por la diversidad del diseño escénico. Elijo destacar el solo bailado por Raúl Reinoso, con un seductor soporte musical de flauta sinfónica traversa, y el mencionado dúo final, esta vez bailado intensamen­te por Gabriela Lugo junto al versátil Alejandro Silva.

Es una obra abstracta, cargada de ideas a partir de su concepto de la vida presente de los cubanos. «Pensé en esa energía que tiene el cubano de encontrar caminos para vivir o sobrevivir», apunta Nunes en el programa de mano.

El éxito de Mundo interpreta­do se consigue en elevado porcentaje por la creación visual minimalist­a de Glenda León: nenúfares iluminados colgantes que ascienden y descienden, además del inteligent­e y logrado soporte musical aportado por Gavilondo para recrear la atmósfera onírica deseada por el coreógrafo.

Hubo reposicion­es muy bien recibidas, otra no tanto. Entre las primeras, fue un goce superior la pieza en un acto

El cruce sobre el Niágara, de la coreógrafa cubana Marianela Boán, un icono de la danza moderna cubana creada en 1987 e inspirada en la obra teatral homónima del dramaturgo peruano

ES UNA OBRA ABSTRACTA, CARGADA DE IDEAS A PARTIR DE SU CONCEPTO E LA VIDA PRESENTE DE LOS CUBANOS

Alonso Alegría. Tiene como soporte musical una hermosa creación del francés Olivier Messiaen. Esta vez fue entregada de manera impecable por los bailarines Raúl Reinoso y Mario Sergio Elías, enaltecido­s por el diseño de luces del laureado Carlos Repilado, recienteme­nte fallecido.

De la misma creadora recibimos con placer su pieza Cor, con la participac­ión de los intérprete­s de manera interactiv­a en la música en vivo ejecutada por su compositor y tecladista Gavilondo —la Maestra coral Alina Orraca se empeñó en el trabajo vocal con los danzantes—, así como la colaboraci­ón del percusioni­sta Lino Pedroso. El trabajo de luces de Bonnie Beecher ha beneficiad­o en gran medida esta producción de Acosta Danza. No obstante, el resultado final no llega a buen puerto.

Le antecedió el solo femenino Impronta, realizado por otra mujer experiment­ada: la ibérica María Rovira, para una excepciona­l bailarina de la compañía, Zeleidy Crespo. Gavilondo asegura el éxito con el aporte de las sonoridade­s requeridas para los siete minutos de este impresiona­nte unipersona­l.

Para el cierre de la primera parte, Acosta eligió el dúo Soledad, creado por otro coreuta catalán, Rafael Bonachela, e interpreta­do por una pareja de fuste y dramáticam­ente vibrante, quienes desde la primera escena de las cuatro que lo integran lograron cautivar al auditorio. Entre las piezas, una de Astor Piazzolla interpreta­da por el afamado violinista Gidon Kremer, así como un popular tema de Agustín Lara cantado de manera sensaciona­l por Chavela Vargas. El diseño de luces fue un protagonis­ta más, debido al cubano Pedro Benítez sobre el original de Lee Curran.

Fue un excelente preámbulo para la presentaci­ón de Acosta Danza del espectácul­o Acosta Danza Up Close en el Teatro Linbury, de la Royal Opera House de Londres, en el Reino Unido.

FUE UN EXCELENTE PREÁMBULO PARA LA PRESENTACI­ÓN DE ACOSTA DANZA DEL ESPECTÁCUL­O ACOSTA DANZA UP CLOSE EN EL REINO UNIDO

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