Arte por Excelencias

CELIA

- Por MARIO COBA SANZ

El 11 de enero del 2020 se cumplió el aniversari­o 40 de la desaparici­ón física de Celia Sánchez Manduley. Nacida en Media Luna el 9 de mayo de 1920, allí residió junto a su familia 26 años hasta que en 1940 se trasladó a Pilón donde permaneció hasta 1956. La formación familiar y el medio en que se educó fueron terreno propicio para el cultivo de sus cualidades más hermosas: la modestia, el amor hacia los humildes y la lucha permanente por la igualdad entre los hombres, que tan justa y sabiamente el pueblo incorporó a una leyenda que fue creciendo desde el inicio mismo de la Revolución.

Residiendo en Pilón entró en contacto con las ideas del cambio social, lo que le permitió desarrolla­r una rica filosofía humanista con profundo arraigo cultural y determinac­iones concretas en la historia y la política y de modo especial en la ética revolucion­aria cubana de la segunda mitad del siglo XX. Tras el golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952 inició su labor de enfrentami­ento a la dictadura. En 1956 asumió un rol protagónic­o en la organizaci­ón de la ayuda a los expedicion­arios del yate Granma; en 1957 es la primera mujer incorporad­a al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra como soldado combatient­e y la principal promotora de la creación del pelotón femenino Mariana Grajales. Desde el inicio de la lucha guerriller­a atesoró la documentac­ión del Ejército Rebelde y de manera especial la del Comandante en Jefe, con quien laboró incansable­mente durante 23 años después del triunfo. Gracias a ella contamos hoy con el Archivo de la Revolución; además participó activament­e en momentos cruciales y decisivos por los que ha atravesado nuestro proceso revolucion­ario. En 1962 fue nombrada secretaria de la presidenci­a del Consejo de Ministros de Cuba y desde allí mantuvo el apoyo continuo a las capas más humildes de la sociedad cubana.

Celia nos dejó un legado inmortal y su figura se agiganta y se proyecta como uno de los grandes próceres de nuestras luchas emancipado­ras a lo largo de los siglos. Viva y actuante entre nosotros, estamos obligados a mantener en alto y defender, con mayor fuerza, las banderas que ella enarboló con tanta pasión e inteligenc­ia. Su lección ética sigue retándonos y tirando de nuestra conciencia.

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