AS (Andalucia)

La profecía de su padre con la casa hecha cenizas

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Camavinga sólo tenía diez años cuando un incendio calcinó por completo la casa que sus padres habían construido, con sus propias manos, en un modesto barrio del pueblo de Fouguéres,

a 50 kilómetros de Rennes.

“Recuerdo como si fuera ayer el día del incendio. Estaba en el colegio y por las ventanas veía a los bomberos que no paraban de pasar a toda velocidad. Pero no caí en la cuenta de que podía tener relación con mi casa”, contaba hace poco la joven estrella al Ouest France. “Al final de la tarde, el profe vino a vernos, yo estaba con mi hermana. Nos dijo que había habido un incendio en nuestra casa. Justo estaba llegando mi padre y nos fuimos corriendo. Vi con mis propios ojos la casa quemada”. Por fortuna, en el momento del incendio, no había nadie dentro.

Eduardo sólo tenía dos años cuando sus padres se vieron obligados a dejar Cabinda, conocida como el Congo Portugués, un territorio azotado por la guerra y la pobreza. La casa que acababa de arder sólo llevaba un año construida. Había volver a empezar. Nicolas Martinais,

uno de los entrenador­es de Camavinga en el Fouguéres, organizó una recogida de ropa y muebles en el pueblo. El día que fueron a recogerla, Celestino, su padre, le miró emocionado: “Eduardo, eres la esperanza de la familia, serás tú quien la levantará…”.

Es difícil imaginar cómo pudo encajar un chico de 10 años aquella losa. “Es cierto que mi padre me dijo eso. Pero yo entonces era bastante despreocup­ado. No me tomé esa frase tan en serio como él la había dicho en ese momento. Entonces, incluso me hizo gracia. Con el tiempo y a menudo que mi madre me la recordaba, entendí que iba muy en serio. Cuando mi padre me dijo eso, estamos atravesand­o una época realmente mala”. Aún debe conformars­e con hablar por teléfono dos veces por semana con sus abuelos. Visitarlos es la siguiente tarea que tiene pendiente… Ya ha podido dar una nueva casa a sus padres, eso sí. La pagó con su primer sueldo de profesiona­l en el Rennes propiedad del François Pinault. Cobra dos millones de euros brutos por temporada desde los 16 años… Un caso extraordin­ario para un chaval que no iba para futbolista. Su sueño, en realidad, era practicar judo, el deporte de su hermano.

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