AS (Andalucia)

“Franco quiere que se acabe el partido”

Los grandes torneos de verano, lejos de su esplendor de finales del siglo pasado, se resisten a desaparece­r, pero la pandemia les ha golpeado con dureza y su existencia es casi residual. El Teresa Herrera y el Carranza han visto desfilar a los mejores jug

- ENRIQUE ORTEGO

Los torneos de verano, en sus variopinta­s presentaci­ones y formatos, ya forman parte de la historia del fútbol en general y del español en particular. Desde mediados del siglo XX, aunque alguno viera la luz incluso con anteriorid­ad, no existía capital, ciudad o villa que no quisiese tener su trofeo, por modesto que fuese. Con la llegada de la nueva centuria la proyección alcanzó cotas internacio­nales transformá­ndose en eternas giras entre continente­s e incluso en una macro competició­n, catalogada como la Champions del verano, organizada al otro lado del Atlántico y con la participac­ión de los mejores clubes europeos y americanos.

España fue la cuna de estos torneos que servían como preparació­n ante la nueva temporada. Se invitaba a los grandes de Europa y de Sudamérica para que se midiesen con los mejores equipos del país. La rivalidad superó la trascenden­cia del amistoso puro y duro. Muchos, además, eran rentables. Ganaban los organizado­res y los participan­tes. Durante el mes de agosto el territorio patrio se convertía en un desfile incomparab­le de clubes y de jugadores. De Pelé a Cruyff pasando por Beckenbaue­r, Eusebio, Didí, Garrincha, Rivelino, Blokhine… Aunque proliferar­on hasta cerca del centenar, dos, preferente­mente, copaban a los mejores clubes y por tanto exhibían a los mejores jugadores del mundo: Teresa Herrera y Ramón de Carranza, organizado­s por los ayuntamien­tos de La Coruña y Cádiz con la colaboraci­ón de sus clubes correspond­ientes.

Teresa Herrera. Nacido en 1946, el 8 de agosto el trofeo cumplirá 76 años celebrándo­se

■ El trofeo Ramón de Carranza nació en 1955. La presente edición enfrentará a los dos rivales previstos el curso anterior, el Cádiz y al Atlético. El club rojiblanco siempre ha estado muy identifica­do con el trofeo. Especialme­nte después de que al finalizar la edición de 1975 fichara a dos jugadores del Palmeiras, Luis Pereira y Leivinha, en una operación express en el de manera ininterrum­pida, incluido la edición pasada que se celebró en diciembre por culpa de la pandemia. Este año el Deportivo se enfrentará a la Ponferradi­na. Atrás quedan los años de esplendor con recuerdos imborrable­s para los aficionado­s. Augusto César Lendoiro, expresiden­te del Deportivo, es un libro abierto sobre el trofeo y una fuente inagotable de experienci­as último día de mercado. Así lo recuerda Pereira: “En 1974, el Palmeiras ya ganó el trofeo con un gol mío en la final contra el Espanyol. Le ganamos al Barça de Cruyff en las semifinale­s y el Espanyol al Santos de Pelé. Lo que tenía que ser la final pasó a ser el tercer y cuarto puesto. Les

El Santos de Pelé. “Del primer trofeo que tengo referencia­s claras fue del celebrado en 1959. Tenía 14 años y lo vi desde una zona reservada para los niños en la lateral de tribuna. Riazor estaba abarrotado. Jugaban el Santos de Pelé, Zito y Pepe contra el Botafogo de Garrincha, Nilton Santos, Didí y Zagallo. Todos ellos habían sido campeones del mundo con Brasil el año anterior. Ganó jorobamos la fiesta”. Esa final de consolació­n fue ganada por los azulgranas (4-1), Cruyff jugó con el ‘6’ y Pelé marco el gol del honor de su equipo.

“Al año siguiente –continúa Pereira– repetimos y le ganamos al final al Madrid (3-1) y uno de los goles lo marcó Leivinha. Ahí fue el Santos (4-1), Pepe marcó dos goles, Pelé uno… En todo el mundo se hablaba con admiración del Santos de Pelé y yo lo tuve ante mis ojos. No jugaba el Deportivo, ni ningún equipo español, pero el estadio se llenó. Entonces el fútbol brasileño tenía mucho tirón en España”.

La final de los 137 minutos. “En 1973, la gran atracción del torneo era el Ajax de Cruyff, que venía de ganar su tercera Copa de Europa. Todos soñábamos con una final contra el Atlético, que había ganado la Liga el año anterior. Los holandeses se enfrentaba­n al Spartak de Trnava checo. Ganaban 3-0 y perdieron 5-3. Los rojiblanco­s sí se cuando el Atlético se fijó en nosotros dos. Porque le dimos un baño al Madrid… Ja, ja, ja. Era domingo, 31 de agosto. El lunes viajamos a Madrid para jugar la despedida de Ufarte. Entonces comenzaron las negociacio­nes. Luis era el entrenador y exigió al club que nos fichara. Nuestro clasificar­on. La historia de aquel partido fue que duró 137 minutos, hasta que Gárate marcó el 2-1. Se jugaron los 90 minutos, más los 30 de la prórroga y como no había penaltis la final no terminaba hasta que no marcara uno de los dos equipos”.

Entonces fue cuando surgió la anécdota y Lendoiro estaba allí. “Irían 130 minutos, más o menos, y al delegado de campo, Pepe Guillín, se le acercó un señor que se presentó como miembro de la Casa de Franco y le dijo al bueno de Pepín que el partido tenía que terminar porque el Caudillo, que estaba en el palco de honor, se tenía que ir… pero antes tenía que entregar el trofeo al campeón. Mientras se discutía qué hacer al respecto, llegó el gol de Gárate y se solucionó el asunto para bien de Guillín que no sabía cómo resolver el entuerto”.

Rivaldo al Barcelona. Esta ‘jugarreta’ (1997) ya la vivió como presidente del Deportivo. Lendoiro sonríe por no llorar. “Según transforma­ba el último penalti de la tanda en la final del torneo contra el PSV, me enteré de que Rivaldo se marchaba al Barcelona. Me lo dijo en el mismo palco Alberto Toldrá. En las horas anteriores se había gestionado toda la operación. José María Minguella había estado en permanente contacto con el jugador. Como el objetivo era pagar la cláusula de 4.100 millones de pesetas a mí no me lo dijeron hasta que estaba todo hecho. Al parecer el Barça había intentado fichar a McManaman, el del Liverpool, pero les pedían un dineral y tenían que hacer algo ese día porque al siguiente se cerraba el mercado. Recuerdo que Rivaldo me dijo lo que le ofrecían y no le pude decir nada era cuatro veces más de lo que ganaba en el Deportivo”.

Lendoiro

“Un señor se acercó al delegado para decirle que la final, que duro 137 minutos, tenía que terminar porque el Caudillo se quería ir”

presidente Pascual Walter Giuliano estaba en San Paolo y allí viajaron el vicepresid­ente Santos Campano y el doctor Ibáñez”. Todo se cerró en 24 horas. “Nos llamaron al estadio, Palestra Italia, donde estaba la sede de Palmeiras, nos hicieron el reconocimi­ento médico el jueves y nos volvimos el viernes para cumplir con el plazo. El Carranza nos cambió la vida a Leiva y a mí”.

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El Santos de Pelé (tercero por la derecha en la fila inferior), en el Teresa Herrera de 1959.

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