AS (Andalucia)

Habrá que intentar emocionars­e

- PASABA POR AQUÍ LUCÍA TABOADA

Los últimos Juegos Olímpicos, los de Río, los vivimos bajo la amenaza del virus de Zika, una alarma que dejó un total de cero casos confirmado­s al terminar las pruebas. Estábamos en preescolar de virus y no lo sabíamos. Ahora tenemos la mosca cojonera del COVID encima, con tantos casos que hasta los parámetros para medir la incidencia se están reformulan­do. Así que en medio de esta situación generaliza­da de hartazgo, con una explosión latente de miedo y odio, un espectácul­o de países que compiten pacíficame­nte parece más que bienvenido. Pero no por ello dejamos de hacernos la pregunta de si las Olimpiadas de este año, un teatrillo bidimensio­nal sin público, con distancia e innumerabl­es restriccio­nes, merecen ahora mismo la pena.

Lo que pasa con los Juegos Olímpicos es que nos ponemos delante del televisor para ver deportes inconcebib­les y se nos olvida todo lo que hay detrás. Y los de Tokio, pese al agujero económico y reputacion­al, se van a disputar rascando en la misma dimensión poderosísi­ma que sus antecesore­s: la emoción. Ya está. No se puede pedir mucho más a estas alturas. Simplement­e disfrutemo­s de un jamaicano bajando de diez segundos en 100 metros, de Simone Biles burlándose de la lógica, de García Bragado en marcha con 51 años; saboreemos los días en los que un salto mortal desde un trampolín adquiere mayor dimensión que un gol; abracemos la pompa de la meritocrac­ia, rindámonos a la sensiblerí­a con un saltador de pértiga que aprendió a brincar en la ciénaga del patio de un reformator­io, o por el enésimo deportista al que sus padres apuntaron a clases extraescol­ares y que ahora supera los límites de la física. Salgamos después a hacer deporte pasados de motivación y comprobemo­s que carecemos de las condicione­s atléticas y genéticas adecuadas.

En Río vivimos bajo la amenaza del Zika. Estábamos en preescolar de virus y no lo sabíamos

Ycuando terminen los Juegos, con ese eco morriñento que dejan siempre tras de sí, lamentemos que en los siguientes ya tendremos cuatro años más en el DNI (tres en este caso por el atraso de Tokio) y que allá se queda otra villa olímpica cogiendo polvo y deudas para siempre.

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Chuso García Bragado compite en Tokio con 51 años.
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