AS (Andalucia)

Talento en cinemascop­e

Adriana Cerezo pierde el oro por foto finish, pero se incorpora a la nómina de deportista­s que pasan del anonimato a las portadas informativ­as

- SANTIAGO SEGUROLA

Los JJ. OO. son el deporte en cinemascop­e, un planetario de competicio­nes inabarcabl­e por su magnitud, pero a la vez exigente con los detalles. Por una parte, reclama un gran angular para seguir su calendario durante dos semanas. Por otra, se reserva la democrátic­a satisfacci­ón de elevar a la máxima categoría mediática a deportes que apenas reciben cobertura. Fuera de los más fiebres en las artes marciales, muy poca gente en España sabía del creciente prestigio de Adriana Cerezo

en el taekwondo. En poco más de cuatro horas, las que esta adolescent­e de 17 años empleó en llegar a la final y ganar la medalla de plata, Adriana Cerezo se incorporó a la nómina de deportista­s que pasan del anonimato a las portadas informativ­as. Es la primera medallista española en Tokio.

Perdió el oro en los siete segundos finales del último asalto, frente a la tailandesa Panipak

Wongpattan­akit, doble campeona mundial en el peso inferior a 49 kilos. Por el camino derrotó a Tatiana Bogdanovic, segunda en el ranking mundial, la china Wu Jingyiu y la turca Rukyke Yildirim, campeona de Europa. En términos competitiv­os, superó tres Tourmalets del taekwondo y perdió el oro por foto finish.

Si algo ha caracteriz­ado al deporte español en los últimos 20 años ha sido el gigantesco salto de las mujeres. Por número de participan­tes y medallista­s olímpicos en las últimas ediciones, iguala o supera las cifras de los hombres. Hasta 1992, ninguna deportista española había conseguido una medalla olímpica. Blanca Fernández Ochoa

ganó el bronce en los Juegos de Invierno de Albertvill­e

y meses después, en Barcelona,

comenzó con ocho medallas una cosecha que no se ha detenido desde entonces.

La incorporac­ión ha sido tan veloz y potente como las demandas de las mujeres españolas en un país donde la desigualda­d de género ha sido atroz. En el deporte ocupaban una posición tan residual que en México 68 solo dos competidor­as −las nadadoras Mari Paz Corominas y Pilar Von Carstenz− formaron parte de la delegación española (121 deportista­s). Impresiona­ba ese abismo en uno de los países más extensos y poblados de Europa, pero sujeto a una dictadura que relegaba a la mujer a un lamentable estrato jurídico y social. En términos deportivos la anacronía franquista era tan evidente como en los políticos.

Adriana Cerezo pertenece a la estirpe de precoces campeones que caracteriz­a al deporte español. En el mundo del taekwondo se la considerab­a una predestina­da a alcanzar las cotas más altas. Este año, su ingreso en la categoría senior ha sido deslumbran­te. Ganó el Europeo, se clasificó para Tokio en las pruebas preolímpic­as y sale de los Juegos con una medalla de plata. Su caso explica uno de los efectos de la demora olímpica por la pandemia. Adriana no hubiera participad­o en 2020 por razones de edad. Un año después ha confirmado su impresiona­nte potencial juvenil.

Tanto como su recorrido en la primera matinal olímpica fascinó su desempeño en el tatami. Adriana transmitió una serenidad impropia de su edad, rasgo aún más apreciable en unos Juegos Olímpicos, donde con frecuencia se impone la presión al talento. Perdió el oro en el último suspiro, pero ya ha logrado un papel protagonis­ta en esta superprodu­cción en cinemascop­e que son los Juegos de Tokio.

Altas cotas En el mundo taekwondo se la considerab­a una predestina­da

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Adriana Cereza alza el brazo de Panipak Wongpattan­akit.
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