AS (Andalucia)

Y si no, nos enfadamos

- PASABA POR AQUÍ CARLOS MARAÑÓN

La columna futbolísti­ca de un 1 de septiembre será melancólic­a o no será. Quizá incluso nazca fiambre antes de empezar el día. Como el cadáver de William Holden en la piscina de El crepúsculo de los dioses, titulazo que lo mismo vale para traducir el Sunset Boulevard de Billy Wilder que como eufemismo nuestros últimos días del verano, o, sobre todo, para enmascarar este tiempo histórico en el que Messi y Cristiano, los dominadore­s de toda una época, gestionan su otoño en el fútbol viendo cómo Mbappé y Haaland generan las expectativ­as que ellos tienen cada vez más difícil mantener.

En este post fútbol con el que malvivimos, la resaca del mercado de fichajes ha eclipsado a los propios resultados de las primeras jornadas de Liga. Como en la bolsa, donde se manejan sin rubor opciones sobre acciones, donde las proyeccion­es se valoran por encima de la realidad, donde las criptomone­das cotizan al alza frente a las divisas reales, todo lo que rodea al fútbol se ha convertido en un tuya-mía entre ilusiones e insatisfac­ciones que ya no depende del juego en el campo sino en los despachos. La pregunta es qué pasaría si las ventanas de traspasos durasen todo el año, si este Monopoly acabaría por sustituir al balón. El problema no sería ahora que las nuevas generacion­es ya no viesen partidos enteros, como bien vislumbró Pablito Aimar, sino que los intrínguli­s de un fichaje vendiesen más que el propio juego a un público que busca (cualquier) suspense.

La pregunta es qué pasaría si las ventanas de traspasos durasen todo el año

Más perdido que aquel Joe Gillis, el guionista que empieza a narrar el ocaso de Norma Desmond con tres balazos en el cuerpo flotando boca abajo en la pileta, este columnista observa que la realidad del futbolero moderno se parece más a una película de Bud Spencer y Terence Hill (y qué sorpresa el día que descubrimo­s que eran italianos) en la que no se colman sus expectativ­as con los fichajes. Y si no, nos enfadamos. En plena fecha FIFA, de bajón de seleccione­s, querido aficionado al fútbol moderno, tienes dos trabajos, enfadarte y desenfadar­te. Únete a la melancolía: es 1 de septiembre.

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