La pesadilla de Griner
La jugadora está recluida en el centro IK-2, una de las cárceles más terribles de toda Rusia
La situación de Brittney Griner sigue siendo extremadamente preocupante. Las negociaciones del gobierno estadounidense para liberar a la pívot (2,06, 32 años) no fructifican y la jugadora sigue cumpliendo la condena de nueve años de cárcel que se le impuso el pasado 4 de agosto por cargos de posesión de drogas. Griner fue detenida el 17 de febrero en el aeropuerto Sheremetyevo de Moscú. Encontraron en su equipaje cartuchos de vapear con aceite de cannabis, ilegal en Rusia y que Griner alegó que usaba con fines medicinales.
La preocupación se ha multiplicado cuando se han conocido las condiciones en las que se encuentran las reclusas del centro IK-2, al que ha sido trasladada, en la República de Mordovia. A casi 500 kilómetros de Moscú, la colonia penal fue construida en los años 30 como parte del sistema de gulags de Stalin. Judith Pallot, profesora de geografía humana en Oxford, visitó este centro en 2017: “Cuando llegas, parece que el tiempo lleve parado 50 años”. Según Pallot, en declaraciones a The Guardian, “Griner
estará compartiendo dormitorio con unas cien mujeres dentro de un espacio reducido”.
Al llegar, las prisioneras pasan dos semanas en un “módulo de cuarentena” en el que se controla si sufren enfermedades infecciosas. Allí entregan sus ropas y se les da un uniforme y un pañuelo que tienen que llevar siempre. Todo está en ruso, nadie habla en otra lengua. El día comienza a las 6 de la mañana con ejercicios en grupo. El resto de la jornada transcurre entre jornadas de trabajo de hasta 12 horas, básicamente labores de costura con uniformes del servicio penitenciario o de las fuerzas aéreas rusas. “No es
un sistema enfocado a la rehabilitación sino que se basa en el castigo”, confirma Pallot, que explica que la organización tiene mucho de autogestión entre las prisioneras y que apenas hay ningún otro tipo de supervisión.
La situación en las colonias pelanes de Mordovia ya se hizo famosa en 2013, cuando una de las miembros del grupo Pussy Riot publicó una carta desde el centro IK-14, donde pasó dos años. Nadezhda Tolokonnikova habló de jornadas de trabajo de 17 horas y de “una atmósfera de ansiedad y amenaza que se filtra en todo”.
Voces de antiguas reclusas de su mismo centro aseguran que Griner tendrán que escuchar “insultos que nadie tendría que oír” y será “sometida a torturas”. “Seguramente la atacarán en los baños, será asaltada… El gobierno ruso lleva mucho tiempo enseñando a su gente que los americanos son el enemigo de la humanidad”.
Problema “No es un sistema enfocado en la rehabilitación, sino en el castigo”