AS (Andalucia)

Con solo padrear no se gana un Mundial

- LUCÍA TABOADA

Termina el España-Japón con España siendo España, sin ánimo de plagiar a Mariano Rajoy y sus columnas. Una España capaz de lo mejor y de lo peor, otra frase que le podría haber robado perfectame­nte a Rajoy. Una España joven, con la inestabili­dad que conlleva la edad. Al verlos jugar te sientes como la madrastra de Blancaniev­es, queriendo atrapar un poco de esa juventud y llevártela metida en un frasquito para uso personal. Pero también sientes que la madurez aporta cosas más valiosas, como perder miedos y estabiliza­r emociones.

Un signo inequívoco de que tú ya no eres joven-joven (rango de edad previo a ser joven a secas) es ver desfilar por redes sociales palabras que, o bien no terminas de entender, o bien jamás utilizaría­s sin verte a ti mismo como el Señor Burns de los Simpsons vestido de adolescent­e macarra. Una de esas palabras es padrear, presente en todos los rincones de Internet, que viene a significar ser la leche, con un punto vacilón. Bueno, pues Luis Enrique padreó tanto que hasta se le puso el apelativo de Luis Padrique, mote que él mismo acogió con entusiasmo en su canal de

Twitch.

PAlerta. Luis Enrique me está empezando a caer bien”, se lee en Twitter. El selecciona­dor lleva semanas arrasando con sus streamings en los que despliega un humor pretendida­mente boomer, respondien­do con cercanía a preguntas que nada tienen que ver con los sofisticad­os engranajes tácticos del fútbol. “Abro el móvil y me salen corazones por todos los lados”, dijo en rueda de prensa –convertida­s en las teloneras de Twitch–. Hace poco escribí una columna en este diario en la que explicaba cómo el fútbol continúa su imparable alejamient­o de los jóvenes. Luis Enrique ha conseguido acercarse a ellos estos días. Chavales y chavalas enganchado­s a una idea de fútbol sin imposturas o formalismo­s; una estrategia muy inteligent­e.

Los Mundiales requieren mucho más que juventud y un espíritu dopado de estrógenos

ero claro, los Mundiales requieren mucho más que juventud y un espíritu dopado de estrógenos. Todos hemos estado en ese punto de caída libre en el que te vas a comer el mundo y terminas defenestra­do; ese punto en el que alcanzas un 7-0, tocas el cielo y, poco después, terminas bajo la almohada celebrando una derrota de Costa Rica. Y entonces ahí está el mayor para decirte: de todo se aprende, hay que tener los pies en el suelo. Por supuesto, tú te ibas de un portazo sin creértelo demasiado.

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Luis Enrique, en uno de sus streamings.

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