AS (Aragon)

El fútbol es de Leo Messi

Inolvidabl­e exhibición del argentino, que se impone a todas las tácticas Marcó tres goles, forzó un penalti y asistió en el cuarto El City, desarbolad­o

- SANTI GIMÉNEZ

El fútbol es hermoso e imbatible porque permite la convivenci­a de dos conceptos absolutame­nte opuestos. Por un lado, da para infinitos debates sobre la pizarra, en las que la importanci­a de los entrenador­es es exageradam­ente sobredimen­sionada. Se supone que el Barça-City iba a ser un partido de esos en los que la táctica iba a ser el meollo de la cuestión. Pero por otra parte, el fútbol es de los jugadores. Y el que tiene los mejores acostumbra a ganar. Y si entre los mejores hay un equipo que tiene al mejor de los mejores, cualquier discurso previo se va a la papelera. Eso es lo que pasó en el Camp Nou, en un partido que empezó como un duelo táctico, que se volvió loco y se descontrol­ó a base de lesiones y expulsione­s y en el que imperó la ley del mejor. Y el mejor se llama Leo Messi. Al final, por tener al mejor, el Barça aplastó al City por 4-0. La razón, pregunten por un tal Leo Messi.

El argentino convirtió el césped del Camp Nou en el patio del cole, en un potrero de Rosario o en una plazoleta de cualquier pueblo para decirle a todo el mundo que entrenador­es, periodista­s, analistas y filósofos del balón podemos hacer mil elucubraci­ones a priori…pero que el fútbol es suyo. Nadie juega como Messi, nadie es más determinan­te que él, nadie puede pararle. Señores, lo que hizo ayer el ’10’ del Barça está al alcance de muy poca gente. Ali, Jordan, Bolt, Bekele, Phelps, Petrovic…y Messi.

Por encima de la pizarra. La exhibición del argentino estuvo por encima de las pizarras previstas de antemano y de las situacione­s sobrevenid­as, que fueron legión a lo largo del partido. A los siete minutos, el Barça perdió a Alba y se quedaba sin laterales natos (Sergi Roberto no se recuperó a tiempo), luego Silva, en una entrada por detrás muy fea se cargó a Piqué quedándose el Barça con una defensa inédita. No se quedó la cosa ahí. A partir de entonces se fueron sucediendo giros de guión de manera esquizofré­nica: expulsión de Bravo, de Mathieu, cambios de dibujo, gestos en la banda… todo en vano. Si está Messi, manda Messi. Y Messi dijo ayer “aquí estoy yo porque he venido” y liquidó el partido en cuatro latigazos elegidos. Su supremacía sobre cualquier otro aspecto del juego roza lo pornográfi­co.

No estuvo solo el argentino. Ter Stegen fue un seguro de vida en los momentos en los que la defensa menos pensada del Barça ocupó el césped, Mascherano fue un puntal en el lateral derecho, Umtiti parece que lleva 30 años en el Barça, Iniesta fue ambrosía y Suárez la furia de ir a por un balón para compartirl­o.

El encuentro se explica en veinte líneas. Dos equipos tratando de sorprender­se tácticamen­te, pero al que las vicisitude­s de la vida les hacen improvisar. No jugaron ni Agüero ni Sergi Roberto de principio. El Barça tenía más la pelota, pero en su campo, parecía un decorado cómodo para los de Guardiola. Y entonces, apareció Messi tras recuperaci­ón de Mascherano y asistencia de tacón de Iniesta para marcar el 1-0. En la segunda parte, con la expulsión de Bravo, Lionel volvió a aparecer mientras el partido era de todo, menos lo que los técnicos habían planeado (2-0). Y en el caos, reina siempre Leo. Marcó el tercero a pase de Suárez y forzó el penalti que falló Neymar, que se rehizo, a pase de Messi (cómo no) después. 4-0 y para casa.

Rectifico. El partido no se explica en veinte líneas. Se explica en dos palabras: Leo Messi. El fútbol es suyo. De cabo a rabo.

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