Torres, un clinic ante la cámara
Fernando Torres sigue ganando puntos para el Atlético. A veces con la pelota parada, sin competición, sin marcar, como ayer, y en apenas cinco minutos y medio. Y es que no hay presentación, fotogalería, publirreportaje o tuit que sea, siquiera, capaz de acercarse al torrente de credibilidad que el delantero transmite. Se esté o no de acuerdo, ya sea en el medio oficial del club, como en este caso, o en apariciones públicas su presencia sirve de bálsamo al Atlético en cualquier asunto convulso. Sus últimas palabras son como un clinic, un master ante la cámara para novatos. Reconoce no ser ajeno al pesar por el adiós del Calderón y describe, con “ilusión”, el reto que a los jugadores se les presenta: “Llenar de magia el nuevo estadio”. A Torres se le cree, porque era así con 20, con 24 y también, con 26…
Cuando quería decir algo no se andaba con acertijos en las redes ni recurría a porcentajes ridículos que sonrojarían a Pitágoras.
Era palabra de Torres, suficiente. El tiempo ha dado una forma aún más armoniosa a una versión que tampoco se caracterizó por estridencias irresponsables en su juventud. Cuando quiso marcharse del Liverpool, por ejemplo, no fue cuestión de juguetear con una hinchada legendaria como la de Anfield. Solicitó el traspaso públicamente, con todas las consecuencias. Sin medias verdades ni echar la culpa al empedrado. Ahora tiende la mano a una afición que conoce mejor que nadie, que confía en él por encima de cualquier sueño y que sabe que nunca le regateará su sentimiento. Ir de cara nunca fue una opción más para Torres, fue la única manera.