AS (Aragon)

Parejo se fue directo a abrazar a Marcelino tras anotar su gol

- CONRADO VALLE LA CRÓNICA

El público abandonó Mestalla en silencio. La grada no pidió la cabeza de nadie. Si Lim estaba esperando el famoso “vete ya” para tomar alguna decisión respecto a Marcelino, que siga esperando allá en Singapur. La afición estuvo con los suyos de principio a fin, aunque lógicament­e se marchó disgustada y sin saber muy bien qué decir. Nadie entiende qué le está pasando al Valencia esta temporada. No es normal. No lo son sus 11 empates en 19 jornadas ni tampoco que en casa sólo haya ganado dos partidos de 10. Pero resulta menos entendible lo que le cuesta hacer un gol. Sólo lleva 17 aun teniendo tropecient­as ocasiones. Ayer, un penalti incluido. Por el contrario con poco le hacen muchísimo daño. Alcaraz, en el único disparo entre los tres palos de los pucelanos, pero qué señor disparo, coló el balón por la escuadra de Neto y encaló la pelota de Marcelino en el tejado de Singapur.

El gol de Alcaraz premió la disciplina del Real Valladolid, aunque pocas veces los astros se les alinearán como en Mestalla. En verdad Alcaraz, además de su calidad, ensalzó la mala suerte que tiene este Valencia. Ese gol, golazo, evita que los blanquineg­ros espantaran sus fantasmas, sus miedos. Ahí siguen.

Aun así, pese a semejante mazazo, el público reconoció, aunque fuera con su silencio, la entrega de los suyos, lo injusto del resultado. Una puñalada para los che, un puntazo para los blanquivio­letas (que acabaron quejándose de un fuera de juego que no era cuando Plano encaraba solo a Neto). Alcaraz dejó en nada el dominio blanquineg­ro y la demostraci­ón de liderazgo de Parejo.

El capitán, autor del que parecía iba a ser un gol de punto y aparte, abrazó a Marcelino con todo su afecto y arropó al proyecto con su calidad. Su gesto fue una explosión de rabia contenida. De liberación tras la desesperac­ión.

Porque no es normal lo que tiene que sufrir el Valencia para hacer un gol. Que se lo digan a Rodrigo, que hizo bueno aquel dicho de que el cementerio está lleno de valientes y falló el penalti que le pidió a Parejo, o a Santi Mina, que incomprens­iblemente mandó al limbo un balón que seguro lo golpea mil veces sin querer y acaba siempre dentro. La celebració­n de Parejo fue también una llamada a Singapur para que se estén quietos, para que Lim siga creyendo en este Valencia como Parejo lo hizo durante el partido. Pero Alcaraz lo puso en cuarentena.

Gesto

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