Ricky deslumbró a Nueva York tras dormir ocho horas en tres días
Liam, su primer hijo, nació el lunes
Ricky Rubio puso el punto final a su partido del jueves en el Madison Square Garden con una asistencia desde su campo. Fue su pase de canasta número 13 y cerró una actuación perfecta. Para el español no se trataba de un partido más. Era el primero que jugaba siendo padre. El pequeño
Liam había nacido tres días antes, en la mañana del lunes en
Phoenix. Su equipo empezaba una gira por el Este y el español se debatía entre acompañar a sus compañeros o quedarse en casa para estar presente cuando su mujer Sara, su novia desde los 14 años y con quien se casó el año pasado, diera a luz.
Monty Williams, su entrenador, no le dejó opción: “Tienes que quedarte. No sabes cuándo vas a tener la oportunidad de vivir una cosa así, especialmente siendo la primera vez”.
Así que Ricky vio el pasado martes a los suyos desde el hospital y con un compañero muy especial, el pequeño Liam. Era su tercera noche en el centro sanitario, desde que ingresaron a Sara el domingo hasta que el miércoles volvió a casa junto al bebé. Inmediatamente después cogió un avión camino de Nueva York, donde llegó a medianoche. A la mañana siguiente, día del partido, se le vio a primera hora entrenando junto al resto del grupo. Había dormido unas ocho horas en tres días. Pero esa no era su mayor preocupación: “Dejarles en Phoenix y marcharme ha sido una de las cosas más duras que he tenido que hacer”.
A sus compañeros no les extrañó que el base destacara tanto ante los Knicks. Saben que ahora tiene otra razón por la que dejarse la piel en la cancha. “Se nota que está jugando con un nuevo propósito”, contaba Devin Booker, la estrella de los Suns. Y el propio Ricky explicaba lo que le ha cambiado la vida en unos días: “Es lo mejor que me ha pasado nunca. La primera vez que puse al bebé contra mi pecho... No hay palabras para explicarlo”.