AS (Aragon)

Mientras tengamos memoria

- PASABA POR MANUEL AQUÍ COBO

Son muchas, más de veinte mil en España, las víctimas de esta maldita enfermedad. Cada una de ellas tenía su familia y sus amigos que no les olvidarán, pero hay algunos, que por su trayectori­a pública, serán recordados por miles de personas. Uno de ellos es Goyo Benito, futbolista grande, una leyenda de aquellos años “antes del Tiquitaca”, como recordó AS rememorand­o aquel estupendo documental. Debutó con el Real Madrid el 27 de octubre de 1969. El 1 de octubre de aquel mismo año me hice socio del club blanco, así que tuve la suerte de ver en cada partido su entrega y pundonor, todo nervio y corazón, como dice el himno clásico. Era duro, sí lo era, pero sus entradas no buscaban hacer daño al contrario. En sus “cruces”, a tumba abierta, arriesgaba su físico en cualquier choque. Fue operado en ocho ocasiones, le extirparon los meniscos en las dos rodillas, fracturas de tibia y de nariz en tres ocasiones. Ganó seis ligas y cinco copas, y es uno de los dos, con Pirri, que tiene la laureada del Madrid. Falleció, habiendo sufrido dos enfermedad­es muy crueles: Alzheimer, que le borró sus recuerdos, su vida; y coronaviru­s, que impidió el duelo, la cercanía y el homenaje que merecía.

Lorenzo Sanz también nos ha dejado en estos días. Son muchas cosas las que se podrían decir después de una vida tan intensa. En el ámbito deportivo, como presidente, la conquista de dos Champions, especialme­nte la Séptima en 1998 (la más deseada), después de más de treinta años de travesía del desierto se recordarán siempre.

Yun gran profesiona­l, un hombre bueno, Radomir Antic, se ha ido a enseñar fútbol a otro mundo. Fue el único que ha entrenado al Real Madrid, Barça y Atlético. En mi equipo fue cesado cuando éramos líderes en la liga. ¡¡¡Qué error!!! Coincidí con él muchas veces desayunand­o, acompañado de su mujer y su hija, siempre con una sonrisa y amable con todos. Años atrás, en una comida con José Ramón de la Morena, en pleno conflicto de los Balcanes, nos dijo que no era verdad lo que se estaba contando de las atrocidade­s del ejército serbio. Le entendí muy bien, una buena persona, como era él, no podía creer que se pudieran cometer aquellos crímenes.

“Un hombre bueno, Radomir Antic, se ha ido a enseñar fútbol a otro mundo...”

Mientras tengamos memoria, viviréis en nuestros recuerdos.

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Radomir Antic, en una imagen de archivo.
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