EL ARBITRAJE, MENOS CASERO
(se ha pasado de una media de 1,75 por encuentro a 1,39) y más en contra (1,81 ahora frente a los 1,5 de antes).
El 11 de junio volverá LaLiga con un Sevilla-Betis en el Sánchez Pizjuán, pero este no será el primer partido completo que se juegue a puerta cerrada. Hubo otros antes como el reciente Eibar-Real Sociedad de marzo o el Barcelona-Las Palmas que se jugó sin público por el referéndum celebrado en Cataluña el 1 de octubre de 2017. En ese partido estuvo presente Pako Ayestarán, que debutaba al frente del banquillo grancanario: “Fue algo extraño, pero lo que más fue la ausencia de ruido. Se está acostumbrado a la tensión, al ruido y la ebullición del público. Pero no existió. Hasta mi propia respiración era perceptible”. Ese silencio de las gradas lo ocuparon los gritos de los entrenadores y los jugadores, como explica el técnico: “Era más fácil hacerles llegar la información, pero había que tener cuidado si querías avisar
La ausencia de aficionados no sólo ha llevado a que se den menos victorias locales, sino también a que los arbitrajes sean menos caseros. Los anfitriones ven más amarillas (promedian 2,14 por partido, frente a 1,72 antes) y los visitantes menos (pasan de 2 a 1,86). Los locales también ven más rojas. de un cambio de estrategia, si no se enteraba todo el mundo”.
Ayestarán ve lógico que en la Bundesliga se esté viendo una disminución de victorias locales: “La intensidad en los partidos está siendo menor. Lo que moviliza al ser humano es el feedback externo. A veces no somos capaces de exigirnos y motivarnos solos. Es lógico que ganen más los visitantes. No será lo mismo ir a un estadio vacío que a uno lleno. Va a influir de forma importante. No se tiene el plus que te da el aliento del público”.
Sobre el efecto de la afición en los futbolistas habla