AS (Aragon)

Unai Simón lleva

El meta del Athletic detiene dos lanzamient­os en la tanda de penaltis ● Oyarzabal marca el definitivo

- HÉCTOR MARTÍNEZ

Queríamos estar en Londres porque eso era sinónimo de alcanzar las semifinale­s de la Eurocopa. Y en Londres estamos. El viaje ha tenido tantas curvas como uno pueda imaginar, pero los grandes torneos no se ganan desde la recepción del hotel. Suiza lo dejó claro. Sufrimos, pero nos clasificam­os. Lo hicimos tras una tanda de penaltis de infarto que nació torcida y que acabó en la gloria. Con dos paradas de Unai Simón que sirven para que el de Vitoria vuelva a sonreír de oreja a oreja, con el gol final de Oyarzabal que propició el grito de un país. Estamos en semifinale­s, lo de pedir cita para el cardiólogo lo dejamos para el lunes.

Suiza fue un rival ejemplar, un equipo muy trabajado tácticamen­te y sustentado en una generación a punto de almíbar. Una selección que no se rindió pese a que el camino para ellos arrancó cuesta arriba. Cuando aún analizábam­os los esquemas tácticos (el irrenuncia­ble 4-3-3 de Luis Enrique frente al 3-4-2-1 de Vladimir Petkovic), España se puso arriba en el marcador. Un córner, una volea de Alba y el desvío de Zakaria que se convierte en veneno para Sommer. Así de fácil. Y pensar que en el arranque del torneo teníamos que acercarnos a la portería rival con pico y pala... Era el minuto 8 y ese tanto permitía mirar al partido con otros ojos. Ahora era Suiza la que debía tomar la iniciativa y jugar a lo que no está habituada, pero tocaba hacerlo sin Xhaka, ausente por acumulació­n de tarjetas y sustituido por Zakaria. El resto del bloque era el mismo que había dado la gran sorpresa del campeonato al mandar a Francia para casa. Pero el 0-1 hacía trizas el guion con el que los helvéticos llegaron al estadio. No bastaba con esperar al rival y en un clic echar a correr a golpe de contraataq­ue, sino que había que adelantar unos metros con el consiguien­te riesgo de desnudar las espaldas ante la velocidad de Ferran y Sarabia.

Ausente Xhaka, el foco estaba sobre Shaqiri. El del Liverpool se movía entre líneas con esa zurda capaz de leer donde a otros se les nubla la mente. A Suiza se le acumulaba el trabajo. Primero, con el citado gol de Alba, quince minutos después con la lesión de Embolo. A la media hora, Luis Enrique cambió a Ferran y Sarabia de banda, un calco de lo sucedido ante Croacia. Laporte y Pau se las veían y se las deseaban para sacar el balón jugado y, desactivad­o Busquets (Shaquiri era su sombra), La Roja era incapaz de culminar jugada. Y eso termina resultando anestésico. Un

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