It’s coming Rome
Mancini tenía razón. Dijo que este grupo tenía que apuntar al triunfo y ha cumplido. Todos pensábamos que estaba loco, incluso sus jugadores, pero él vio algo que nadie conocía entre estos chicos destrozados por la humillación de 2017. Ganar así, después de haber sufrido tanto dentro y fuera del campo, es maravilloso, inexplicable. Hacerlo con una racha de 34 partidos sin perder, dominando en Wembley ante 60.000 ingleses y con un gol en contra tras 120 segundos de partido, con Spinazzola en las gradas y Jorginho medio roto, acabando sin Chiesa ni Insigne… Es una hazaña inolvidable.
Es una selección italiana que aprendió a jugar bien, sí, pero lo hizo sin abandonar nunca su lado heroico, su capacidad de saber sufrir en las adversidades. Es la Nazionale de la pareja Chiellini y Bonucci, dos estatuas que merecían un triunfo internacional, de Donnarumma, que tiene el futuro literalmente en sus manos y, sobre todo, de Roberto Mancini. Wembley le devolvió a él y a Vialli lo que les quitó en 1992. Su abrazo y sus lágrimas, son las nuestras. Grazie, ragazzi: somos campeones. It’s coming Rome.