AS (Aragon)

Uña y carne

Niko Shera, bicampeón mundial, es una opción de oro para España en judo ● Quino Ruiz es su “segundo padre”

- JESÚS MÍNGUEZ EL REPORTAJE

ENikoloz Sherazdish­vili (Tiflis, Georgia, 25 años) aterrizó en Brunete con 13 y dio con el gimnasio de Quino Ruiz. Algo más que un maestro, porque tuvo que sostener a su pupilo tras la temprana muerte de su padre. Juntos han llegado a ganar dos Mundiales.

sta es la historia de un chico nacido en Georgia, a más de 4.000 kilómetros de Brunete (Madrid). La historia de Niko Sherazadis­hvili (25 años), doble campeón mundial de judo en -90 kg (2018 y 2021). Pero es también la historia de Quino Ruiz (Madrid, 62), el maestro que se ha convertido en padre. La de un camino juntos que desemboca el 28 de julio en el Budokan de Tokio, el templo de las artes marciales. El día marcado para que Niko, número uno en el ranking libra por libra de todos los pesos, se convierta en campeón olímpico y materialic­e el sueño inconcluso de Zakaria Sherazadis­hvili, su padre biológico y judoca de nivel en la extinta URSS que falleció en 2017 con sólo

47 años víctima de un infarto. También el sueño que alimentó la carrera de Quino, subcampeón mundial en 1991 y participan­te en tres Juegos.

Una historia que comenzó con un viaje hacia un futuro mejor, lejos de un país que en agosto de 2008 volvía a ser azotado por un conflicto, la Guerra de los 5 días con Rusia, Abjasia y Osetia del Sur. A mediados del 2009, los padres junto a Niko y su hermano mellizo Sandro (que probó en la academia del Atlético) volaron a España. Sus hermanas, Irina y Tina, siguieron estudiando en Georgia junto a sus abuelos. “Me tomé bien lo de venirnos a España con 13 años. Teníamos muy claro que todo lo que hacían nuestros padres era para bien. Llegué en verano y era como si estuviese de vacaciones. Mis padres estaban aquí por nosotros, por el deporte y por un futuro mejor. España es una pasada, estoy muy a gusto. Me gusta el clima, la música... y en mi familia lo difícil lo convertimo­s en fácil. Era un reto de superación. Al año ya hablábamos bien y nos comunicába­mos con la gente”, recuerda ahora Niko, un gigante de 1,90 y ojos verdes al que sólo delata su origen el apellido, porque domina cualquier giro del castellano.

-”¿En su gimnasio se entrena todos los días?”.

Niko, que comenzó en un gimnasio de Boadilla, cerca de Brunete, conoció a Quino en una concentrac­ión en el CAR de Madrid y le soltó esa pregunta. “Hubo un flechazo. Era un chaval que venía buscando lo mismo que he hecho toda mi vida. Me transmitió sus ganas, me encantó su forma de ser y no nos hemos vuelto a separar. Para mí es un hijo. Ha pasado por circunstan­cias familiares muy duras. Tenía mis dudas por cómo iba a salir de un golpe tan tremendo como la muerte de su padre siendo tan jóvenes los dos y estando tan unidos. Quedó bastante tocado pero entre todos le hemos apoyado para que nunca se sintiera solo”, cuenta el maestro, que enseguida entendió que tenía una perla entre las cuatro paredes de su gimnasio de Brunete e insistió a Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, en que había que nacionaliz­arle. Los papeles llegaron con 18 años y en 2014 y 2015, dos platas mundiales Sub-21.

“Si entrenas igual que los demás, nunca serás mejor que ellos”. Es la frase de Quino que Niko tiene grabada a fuego en su mente. Y no regatea esfuerzos. “Hay que saber entrenar cuando estás cansado, lesionado, siempre... porque ocurrirá en la competició­n y estarás preparado. Cuando me lesiono en un combate, lo normalizo. Se soluciona y adelante”, relata el judoca. “Mi carácter es una mezcla de georgiano y español. Los georgianos, por la historia y lo que hemos pasado, somos luchadores. Es un país pequeño al que siempre han estado presionand­o y la gente es guerrera”, cuenta el judoca. Pero tiene algo más. “Magia”, añade Quino. “Niko es muy tranquilo, en el tatami y en la vida. Siempre está riéndose. Le quita hierro a todo y eso es muy bueno para la competició­n porque no anula su capacidad de pensar. Tiene estudiados todos sus combates, pero a la vez dispone de esa magia e improvisa”, apostilla.

“Somos una familia”, resume el bicampeón mundial. “Quino es como mi segundo padre. Nos tenemos mucho cariño, pero sabemos separar bien cuándo toca ser entrenador, padre, fisio o psicólogo. Todo a su debido tiempo. Si sólo me viese en modo padre, no me metería tanta caña en el entrenamie­nto. La sinceridad en nuestro equipo es total y fundamenta­l. Con él, el nutricioni­sta o el psicólogo. Todos nos decimos las cosas tal y como son, a la cara”, añade Niko.

Pandemia. Durante el confinamie­nto, Niko se trasladó a casa del maestro con Tato, un compañero del ‘dojo’. En el pequeño gimnasio que tiene Quino en su chalet no dejaron de entrenar. “Pasamos los meses haciendo preparació­n física, riéndonos, viendo películas y vídeos de judo, que es otra forma de entrenar. Tuvieron una disciplina absoluta. A las 06:30 se levantaban e iban a correr a hurtadilla­s por la urbanizaci­ón. A la vuelta, yo les tenía preparado el desayuno. ¡Fui una madraza!”, se ríe el entrenador.

“¡Lo pasamos muy bien!”, apostilla Niko. Tanto, que se han convertido en uña y carne. Quino, el hombre de hierro, lloró abrazado a su alumno en Bakú, cuando este se convirtió en el primer judoca masculino español en subir a lo más alto de un podio mundial. Igual que el pasado mes en Budapest, cuando hizo historia al ser el primer (hombre o mujer) bicampeón. El triunfo de una familia que, separada por más de 4.000 kilómetros, estaba predestina­da a unirse.

Niko “Los georgianos somos luchadores, siempre hemos estado presionado­s”

Quino “Hubo un flechazo cuando llegó y Niko se ha convertido en un hijo para mí”

Los grandes nombres del pasado fin de semana, Messi y Donnarumma, Barty y Djokovic, Pogacar y Valverde, eclipsaron otros nombres no tan grandes, pero que aspiran a serlo. La semana fue prolífica en éxitos que proyectan al futuro del deporte español. La cantera está viva. Ane Mintegi, una guipuzcoan­a de 17 años, se proclamó el domingo campeona júnior de

Wimbledon. Ninguna otra española lo había hecho hasta entonces, sólo Magüi Serna llegó a la final en 1996. El palmarés júnior de

All England no garantiza nada, unas veces se llega a lo más alto y otras no, pero ya es un gran paso. La prueba a favor la tuvo Mintegi justo el día anterior, cuando Ashleigh Barty, que había ganado ese mismo título en 2011, se coronó sobre la hierba sagrada para consolidar­se como número uno del mundo.

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Quino Ruiz y Niko Shera, sobre el tatami del Club de Judo de Brunete, el ‘Dojo Quino’.

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