AS (Aragon)

Reacción descomunal

El Real Madrid remonta 13 puntos en la segunda parte y jugará su 19ª final de la Euroliga ● Causeur es decisivo

- RICARDO GONZÁLEZ

De derrota en derrota hasta la victoria final. Ni era un lema ni una estrategia, solo la descripció­n de lo ocurrido, de una resurrecci­ón inopinada a la que se abrazan ahora eufóricos los seguidores del Madrid. El Barça hegemónico hincó la rodilla en el día D y la hora H. El mismo que acumulaba 11 victorias, cinco consecutiv­as, en los últimos 14 Clásicos. Podía haber perdido todos esos duelos anteriores, pero el que debía ganar, el de la Final Four, se le escapó de manera casi inexplicab­le tras ir 13 arriba en la segunda parte (47-34). Era este o nada, y salió nada. Venció el Madrid, que iba cuesta abajo en la rodada en los cara a cara y se sacudió el dominio como los grandes, cuando tocaba. De cabeza a su 19ª final de la Copa de Europa. A una victoria de la Undécima Euroliga en Belgrado, en la Ciudad Blanca.

Para plantarse ahí tuvo que abatir a su ogro particular de los dos últimos años. Y lo consiguió viniendo desde atrás (38-52 en la segunda parte), con el corazón de Llull y de un Causeur otra vez trascenden­tal en el Stark Arena con 18 puntazos en tramos determinan­tes. Y con Yabusele pletórico, y momentos clave de Poirier y Deck, también de Abalde.

Cuando un entrenador como Laso tiene que hacer malabares, ir a contracorr­iente e inventar cosas, es que siente que su equipo necesita un as en la manga para sorprender. Y así vimos de inicio al Madrid. Un cuarto y medio antes de un desplome que lo lógico es que le hubiera costada el triunfo. La lesión de Williams-Goss a los 52 segundos había sido el primer torpedo en su línea de flotación. Llull se quedaba como único base con la ayuda de Abalde.

A la vuelta de vestuarios, el +13 (47-34) era elocuente para el Barça, y eso pese al arranque potente de su adversario, con Yabusele de cinco y Deck de cuatro. El francés volvió loco a Sanli. El impulso inicial (2-8 y 8-14) se fue diluyendo con las rotaciones. Mirotic irrumpía en escena (39 de valoración) y Laprovitto­la lo hacía a continuaci­ón. Primero empate y pronto hundimient­o del Real, que dejó de penetrar, acusó la fatiga y cambió su baloncesto.

El parcial de 13-1 hería de muerte el Clásico, lo parecía, solo un espejismo en el desierto más inhóspito.

El muerto, el Madrid, estaba muy vivo. Resucitó a ojos de todos con una réplica tan demoledora como inesperada: 2-15 en 4:22. Del 54-43 al 56-58, y luego 56-62 en inicio del cuarto periodo (ese 2-19 levantó su existencia en la Final Four). El Barça se había dormido, lo hizo Jasikevici­us también. Abalde, como base, lideró el primer empellón y entró Llull para acompañarl­e. Tavares castigaba al poste y luego Poirier apretaba en las ayudas, mientras que Causeur lo remataba todo. En el cuarto definitivo, la renta alcanzó el +7 (66-73). Llull tuvo instantes de lucidez y otros en los que se veía que no iba a dar abasto, así que las descargas de Yabusele y de Poirier resultaron esenciales.

La remontada postrera de Lapro y Mirotic (75-75) la replicó Causeur con un triple y un robo providenci­al. La doble bocanada final. Una locura de Clásico que deja al Madrid a las puertas de la Undécima.

El Madrid de Pablo Laso es admirable. Cuando todos le dan por derrotado, como sucedió hace un par de meses con una racha negativa que no parecía tener fin, tuvo el valor de cortar por lo sano al borrar de un plumazo a dos jugadores que pese a su calidad navegaban en otra dirección, como fue el caso de Heurtel y Thompkins. El vestuario recogió el mensaje y desde entonces vuelven a jugar como un EQUIPO en mayúsculas. Todos ayudan al compañero, defienden como fieras y arreglan sus propios errores con acciones que te levantan del asiento. Por ejemplo, ese taponazo bestial de Poirier a Laprovitto­la después de haber perdido el francés un balón en ataque.

En el descanso, las sensacione­s eran malas y en las casas de apuestas todos daban ganador a un Barça en el que Mirotic se erigía de nuevo en el verdugo de su exequipo. Pero en Belgrado nadie olvidaba que todos aquellos que llevan camiseta blanca jamás se rinden y que han convertido el verbo remontar en un axioma de comportami­ento que termina convirtien­do este equipo en cinco almas invencible­s sobre la cancha. La remontada estuvo llena de coraje y liderazgo, empezando por ese capitán eterno (Sergio Llull), ese escolta que tiene una muñeca de porcelana (Causeur)y ese center francés que se ha erigido en el ogro de la tropa de Jasikevici­us (Poirier). Decir que el Madrid juega otra final de la Euroliga es como el día de la marmota. En la final del sábado se encontrará a esos genios del Anadolu llamados Larkin y Micic. Pero enfrente estará la leyenda del Madrid.

¡A por la Undécima!

 ?? ?? Gabriel Deck celebra el pase del Real Madrid a la final de la Euroliga, mientras Nikola Mirotic pide falta en la última acción del partido.
Gabriel Deck celebra el pase del Real Madrid a la final de la Euroliga, mientras Nikola Mirotic pide falta en la última acción del partido.
 ?? ?? Adam Hanga y Nick Calathes luchan por un balón en la semifinal.
Adam Hanga y Nick Calathes luchan por un balón en la semifinal.
 ?? ?? Arriba, Tavares celebra la victoria con la grada. Abajo, Laso protesta una falta. A la derecha, Llull y Yabusele gritan de alegría tras pasar a la final.
Arriba, Tavares celebra la victoria con la grada. Abajo, Laso protesta una falta. A la derecha, Llull y Yabusele gritan de alegría tras pasar a la final.
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain