AS (Aragon)

“Amaba correr 15 km cada partido”

Makelele (49) fue un adelantado a su tiempo. Todo equipo grande busca hoy un ‘cinco’ como él. Fueron 145 partidos en el Madrid Galáctico, que dejó de ganar cuando se marchó...

- MARCO RUIZ LA ENTREVISTA (LONDRES)

Claude Makelele (Kinshasa, República Democrátic­a del Congo, 1973) recibe a AS en Cobham, el centro de entrenamie­nto del Chelsea. Allí es un referente para los chicos de la cantera. Como en el Madrid, Makelele fue importante en Stamford Bridge, donde ganó todo de la mano de Mourinho. Antes de eso, dejó huérfano al Madrid de los Galácticos cuando se marchó de una manera un tanto traumática...

—¿Cómo le va la vida?

—¡Bien, estoy vivo! Y ligado al fútbol. Se me ve poco, eso sí, porque a mí me gusta estar calladito. Como dicen aquí, undergroun­d se trabaja mejor...

—¿Qué hace en el Chelsea?

—Funciones de director deportivo en la Academia. Hacemos un seguimient­o exhaustivo de los jóvenes, sobre todo cuando salen fuera. Aquí, en casa, están cómodos, pero cuando salen descubren la realidad del fútbol. Y es ahí donde nos esforzamos en monitoriza­rlos.

—¿Necesita Makelele estar ligado al fútbol?

—Sí, sí… Es mi vida desde bien pequeño. Si dejas el fútbol en activo y te alejas de él, te pierdes. Es una vida demasiado distinta si entras en la sociedad así, de golpe.

—Hay jugadores que, al dejarlo, se sienten ante un abismo…

—Yo fui preparando mi retirada. La anticipé. La clave es que nadie te empuje a dejar el fútbol. Eso sí es traumático. Si tú tienes fuerza y sacrificio, puedes jugar hasta los 40 años. Pero si hay alguien que decide pararte, es complicado pasar a esa otra vida. Paré cuando lo decidí yo mismo.

—¿Por qué paró?

—Vi que con la nueva generación que llegaba era complicado compartir esa vida de sacrificio y profesiona­lismo serio que yo tenía. —¿Sí?

—De repente me costaba manejar a los jugadores dentro del campo. Yo soy un ganador. Y dije: “Ok Claude, ya está”. Vi, no sé, que estaba rodeado por gente que aprovechab­a el fútbol para otra cosa, pero que no quería el fútbol. Y yo siempre he amado el fútbol, mucho. Eso sí, intentando progresar, tener una buena vida y más dinero, pero amando el fútbol… —¿Qué hizo nada más retirarse? —Estaba en el PSG y acababan de llegar los qataríes. Me pidieron

que me quedara y colaboré con Leonardo, que acababa de llegar como director deportivo. Pero mire, ¡yo no soy un hombre de oficina! (Risas). Iba al despacho por la mañana y no sabía qué hacer, y me volvía a casa a las 12. Un día me senté con Leonardo. Ancelotti quería un hombre que le ayudara en el banquillo, y me quedé con él.

—¿Cómo fue trabajar de segundo con Ancelotti?

—Interesant­e. Vi un entrenador tranquilo, justo lo que está haciendo ahora en el Madrid. Con personalid­ad. Sabe manejar muy bien el aspecto humano. A mí me dejaba la capacidad de hacer lo que quería, de hablar con los jugadores.

—¿Qué aprendió de él?

—Me decía: “Para ser entrenador debes conocerte a ti mismo, aceptarte. Si tú no te conoces a ti mismo, no puedes manejar a la gente”. Y es verdad.

—-¿Le recuerda a Del Bosque?

—Mucho… Los dos son entrenador­es de no hablar mucho. Les basta con su manera de estar, con su lenguaje corporal, con la mirada. Así mandan los mensajes

y sabes bien lo que quieren. Dirigen a las estrellas, y un jugador de este nivel entiende todo con pocas palabras. A uno corriente sí hay que darle muchas explicacio­nes...

—¿Qué significó en su carrera Del Bosque?

—Di un paso grande con él para tener leadership (liderazgo). Dejé de ser sólo un buen jugador para tener la capacidad de hablar con mis compañeros en el campo, de tomar decisiones. A veces el entrenador no puede tener un contacto rápido con sus jugadores, o al menos hasta el descanso, y alguien tiene que tomar esa iniciativa. Y él me dio responsabi­lidades y me liberó, porque el Madrid es un club muy difícil…

—¿A usted le costó adaptarse?

—Fue difícil porque yo llegué por Redondo. Imagínese. Redondo era un rey en el Madrid y había que jugar en ese puesto. Eso se juntó con el lío de la llegada de Figo… No sé, todo fue un poco complicado y me costó. Oiga, cuando el Bernabéu te pita, te cagas (Risas).

—¿Makelele fue un adelantado a su tiempo?

—En aquella época yo no lo sentí así. Los periodista­s, la afición… Todos me miraban como un futbolista sólo físico. Nadie sabía que yo tenía mucha técnica. La técnica no es sólo tener buen pase o driblar, que también. La técnica es saber atacar y defender. Es arrancar con el balón para romper líneas… Pero amigo, mis compañeros sí sabían eso. Los grandes jugadores, entre ellos, se reconocen

de una manera bastante rápida.

—¿Se sintió incomprend­ido por el resto?

—¡Yo era extremo en el Marsella o en Nantes! Era un gran driblador… Empecé jugando ahí. Pero luego, en el Celta o el Madrid, amaba mi trabajo. No me sentía incomprend­ido. Amaba correr más de 15 kilómetros en un partido, luchar, pelear por los demás. Me generaba mucha adrenalina. Me salía de manera natural.

—¿Quién le enseñó las claves del puesto del ‘5’?

—Mi padre.

—¿Jugó su padre?

—Sí, a nivel internacio­nal, en el Zaire. En 1974 ganó la Copa de África. Estaba en el equipo del presidente Mobutu, eran los Leopards. En mi país fue una leyenda.

—¿De qué jugaba?

—De número 6. Era el que manejaba todo en el centro del campo. Y fue él quien me explicó lo que es el fútbol. Él, en un inicio, no quería que yo jugara…

—¿Por qué?

—Sabía los sacrificio­s que hay que hacer, el trabajo diario, la dureza de cuidar tu físico… Y un padre no quiere que su hijo sufra, o al menos él lo entendía así. Él llegó a decirme: “Claude, hay una línea a partir de la cual el fútbol es trabajo. Hay que dormir bien, no salir de fiesta, comer bien, entrenarse…”.

—¿Y usted cómo se tomaba eso?

—(Risas). Yo quería jugar y ya está, no veía más allá. Pero me hizo un marcaje al hombre tremendo. Venía a dormir a casa, estaba siempre encima de mí… Y yo hoy digo: “Gracias”. Evitó que me perdiera.

—¿Alguien más influyó en su manera de jugar?

—Mazinho, en el Celta. Aprendí mucho de él. Cuando llegué al Celta yo quería jugar en la banda, pensaba que de medio nunca iba a ver el balón. En ese equipo estaba Karpin… El caso es que Víctor Fernández, que era el técnico, me quería al lado de Mazinho y el propio Mazinho me vio enfadado y vino a hablar conmigo: “El mediocentr­o es el único puesto en el que se juega con dos balones”, me dijo. “La pelota se puede ir a otro lado, pero siempre vuelve al mediocentr­o. Vas a disfrutar, así que tranquilo”.

—¿Se juega muy diferente ahora que en su época?

—¡Yo jugaba rápido y veloz, como ahora, cuando estaba en el Nantes! Hacíamos el fútbol que se juega ahora ya en el 95, créame. Ganamos aquella liga perdiendo sólo un partido. Teníamos una mecánica de transición rapidísima, era algo impresiona­nte. Karembeu estaba en aquel equipo. Y ahora me río cuando hablan de lo que ha cambiado el fútbol.

—¿Se habló mucho de ustedes entonces?

—Mucho. Todos teníamos de 20 a 22 años. Machacamos a los demás. Nos entrenaba Jean Claude Suaudeau, un genio en Francia, incluso hasta nuestros días. Dio rienda suelta a nuestra explosivid­ad. Cambiábamo­s de posición, el delantero se iba a la línea, el extremo iba al centro…

—Hablemos de Tchouameni. ¿Le conocía usted antes de que explotara a nivel internacio­nal?

—Claro… ¡Es mi trabajo! (Risas). Cuando estaba para firmar hablé con Florentino, él quería saber cosas del jugador. El Chelsea también estaba interesado. Pero si el Madrid te quiere, tienes que ir, porque es la mejor manera de ser un grande. Cualquiera le habría dicho al chaval: “Si ellos te quieren, ve, porque ahí puedes ser grande”.

—¿Qué le gusta de él?

—Es muy buen jugador. Tiene esa doble cualidad, estar bien en el mediocentr­o y saber atacar. Es completo. Ahora bien, para estar al nivel del Madrid hay que tener personalid­ad a la manera que la tiene Modric. Tiene tiempo, y debe de aprender de los que tiene cerca. —¿Cómo lo está haciendo en el Real Madrid?

—Bien, bien… Se está adaptando, no sólo al juego del Madrid sino a lo que significa el club y toda la historia que tiene detrás. Eso cuesta mucho. Creo que también Ancelotti y sus compañeros le están ayudando mucho. Lo importante es que escuche, que aprenda….

—¿En qué puede mejorar?

—Tiene que convertirs­e en un leadership (tener liderazgo), decidir si quiere ser egoísta o estar para sus compañeros. Si los que están delante, que son muy buenos, ganan, tú también ganas. Él debe estar como Hierro, ser un líder, como Raúl… Cuando llegue eso, pondrá su nombre en el cielo del Real Madrid.

—¿Se parece a Casemiro?

—Yo he hablado mucho con Casemiro. Y veo su humildad. Él me decía: “Claude, he visto tantos vídeos tuyos…”. Y yo le decía: “Tú eres mejor que yo” (Risas). Casemiro tenía esa gran capacidad de manejar el juego. Eres importante cuando tus compañeros se sienten perdidos cuando no estás. —¿Puede llegar Tchouameni a ser lo que es Casemiro? —Tchouameni habría aprendido más rápido al lado de él. —¿Camavinga es un ‘5’ o un ‘8’? —Puede jugar en los dos puestos, pero yo lo veo más donde Kroos y Modric. Para jugar de cinco necesita tiempo, acostumbra­rse a eso. En esa posición no se pueden perder balones, es demasiado peligroso. En un año o dos entenderá las posibilida­des que tiene. Igual que Tchouameni, debe encontrar la manera de convertirs­e en un leader ship (de tener liderazgo), porque se está haciendo un nuevo equipo.

—¿Son compatible­s en el campo Tchouameni y Camavinga?

—Lo importante es que se entiendan, que no se pisen. Que se repartan el trabajo como han hecho Modric y Kroos durante tanto tiempo.

—¿Triunfarán en el Madrid?

—Depende de ellos. No depende del entrenador ni de los compañeros. Si ellos dicen sí, voy a triunfar, lo harán. Tienen que creérselo.

—¿Usted se arrepintió de irse del Madrid?

—Siempre. ¡Yo no quería irme! —¿Y por qué se fue?

—Porque mi padre me decía que debía irme.

—Algo vería para decírselo.

—Con el tiempo uno analiza las cosas y pienso que tenía razón. Yo amaba al Madrid, claro. Allí estaba mi alma. Le hice caso cuando me dijo: “Claude, cuando alguien, una persona o un club, no te respeta una vez, nunca te va a respetar más”. Mejor que te vendan, que te vendan tranquilam­ente… Mi padre tenía mucha fe en mi fútbol.

—¿Hablamos de dinero?

—No, no… Era un tema de que te valoraran. Yo no quería dinero. Llegó un momento en el que el club me dijo: “Te vamos a dar algo más de dinero”. Era poco. Y cuando llegó el momento, de repente, me dijeron: “No, no, no… No hay dinero”. Habían comprado a Beckham y tocado algún salario.

—¿No intentó el Madrid retenerle?

—Lo hizo, sí. “¡Mi padre me va a matar si me echo para atrás!”, pensé entonces yo (Risas). Tuve una conversaci­ón con Valdano: “Tú eres grande, ¿por qué escuchas a tu padre?”. Y yo le decía: “Según la educación que yo tengo, cuando mi padre habla, tenga o no razón, yo me callo”. Las cosas estaban ya muy decididas.

—¿Cómo conoció a Mbappé?

—Yo era director técnico del Mónaco cuando él estaba en la cantera. Era una época en la que la familia se empeñó en que el chaval se entrenara con el primer equipo. Pero también tenía personalid­ad. No tenía miedo de decir las cosas que quería.

—¿Cómo lo solucionó?

—El presidente me dijo que no quería firmar (la renovación) por este tema y le dije que hablaría con sus padres. Y les di un mensaje: “Para mí, Kylian tiene que jugar su primer partido como profesiona­l aquí. Han sido muchos años en la cantera y tiene que servir de ejemplo para los demás”. Había que mandar ese mensaje en el club.

—¿Entonces?

—Estaba a la vuelta de la esquina la final de la Copa de Francia juvenil. Y les dije que jugara esa final y que luego empujaría para que subiera al primer equipo. Y así sucedió. Y de repente apareció con los mayores y fue un… ¡Ooooh! En diez minutos le dio la vuelta a todo.

—¿Y lo que pasó este verano?

—Me sorprendió todo, claro, pero podemos hablar usted y yo lo que queramos, escribir un libro… Los únicos que pueden decir lo que pasó son Florentino y Mbappé. —¿Cree usted que Mbappé está bien aconsejado?

—El padre conoce el fútbol. Le intenta proteger. Es normal.

—¿Lo sigue viendo en el Madrid en un futuro?

—Todo puede pasar...

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Marco Ruiz, redactor de AS, y Makelele, en un momento de la entrevista realizada en Londres.
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Makelele posa para AS en Cobham, dentro de las instalacio­nes oficiales del Chelsea.

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