Catarsis tras la violencia
La boxeadora Miriam Gutiérrez y la atleta paralímpica Carmen Giménez fueron víctimas de malos tratos
SMiriam “Me decían: ‘Tú eres fuerte’. Ya, pero me hice pequeñita”
Carmen “El deporte me reconcilió con el ser humano”
ólo la esperanza une más que el dolor. La boxeadora Miriam Gutiérrez (Madrid, 1983) y la atleta paralímpica Carmen Giménez (Madrid, 1980) fueron víctimas de violencia de género y hoy, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, desempolvan sus recuerdos para que su ejemplo sea luz en la oscuridad de aquellas que sufren. “Se puede salir. Si nosotras hemos conseguido vivir, sonreír... Ellas también pueden hacerlo”, corrobora Miriam antes de comenzar su relato.
“Había empezado con una pareja con la que surgieron tiranteces. No eran golpes, sino frases: ‘No vayas así, ¡cámbiate!’, ‘No hagas eso’... Fue en aumento. La gente me decía: ‘Tú eres boxeadora, fuerte y guerrera’. Ya, pero me fui haciendo pequeñita. El resto lo veía, yo no”, confiesa La Reina, que disparó las alarmas de su entrenador, Jero García, durante un pesaje. Le vio unos moratones que no eran del ring: “Eran fruto de un agarrón. Al preguntarme, me dio miedo decirle la verdad y salí corriendo. No volví hasta que no fui capaz de afrontar todo”. Ese día llegó, después de que la ansiedad y el silencio (“temía que no me creyeran”)
se adueñaran de su vida. “Estaba de 9 meses. Me llevé un golpe grandísimo en el pómulo y caí al suelo. Intenté proteger la panza, pensé que mi hija había muerto. No me quedó más remedio que denunciar”, dice con la fortaleza que Zayra le dio: “Mi suerte fue ella. Mi hija es mi ángel, me hizo despertar”.
Carmen reconoce buena parte de ese relato. “Yo también viví esa anulación. Tenía estudios, trabajo, casa, amigas… Nada te exime de estar expuesta. Al principio paré esas humillaciones, pero mes o mes y medio. Exigimos a las víctimas que
dejen o denuncien a su pareja y lo único que pueden hacer es sobrevivir”, expone la atleta, que prosigue: “La última agresión fue tirarme desde un tercer piso. Sobreviví, aunque te quedan secuelas y no hablo sólo de la lesión medular...”. Ese episodio, sucedido un fatídico 12 de marzo de 2012, la dejó en silla de ruedas y casi no lo cuenta. “Hubo vecinos que me oyeron gritar, el golpe y bajaron a auxiliarme. Vinieron los servicios sanitarios, la Policía… No tomaron declaración a nadie. Hasta que no salí del hospital, seis meses más tarde, y denuncié
nadie investigó. Me volví a sentir agredida por el sistema porque mi caso terminó en un sobreseimiento”, lamenta.
Suerte. Más tuvo Miriam tras su denuncia en 2004. “Estuvieron muy pendientes de mí. Ahí tuve que afrontar y enfrentar lo que duele”, explica La Reina. El deporte irrumpió de nuevo como una catarsis, su renacer de las cenizas. “Me ayudó a volver a confiar, no podía ver a un hombre. Estaba rabiosa. Mis compañeros me tendieron la mano y entendí que no todos son iguales”, sentencia.
El deporte también ha sido una constante en la vida de Carmen. Antes de la paraplejia, montaba en bici, nadaba, escalaba... y después, se centró en la rehabilitación. Su hijo Bruno fue el punto de inflexión. Su nacimiento y fallecimiento el 4 de septiembre de 2018 se convirtió en el segundo y más descarnado golpe de la vida. “Me puse de parto y llamé al 112 hasta cuatro veces. Cuando llegaron había entrado en parada cardiorrespiratoria. Llegó vivo al hospital, pero murió. Bruno me hizo sentir que lo más importante no es la vida, sino el amor. Le quise antes de nacer y le sigo queriendo”, cuenta con una dulzura que llena los ojos de lágrimas a Miriam. “Él fue la llave del atletismo. Escribí su nombre en mi silla y grabé sus pies en una medalla que llevo conmigo siempre y juntos recorremos las calles. Creé junto a mi entrenador, Roberto Álvarez, un club de atletismo y una Fundación: Run For You. Bruno me empoderó y el deporte me reconcilió con el ser humano”, concluye.
Aprendizaje. ¿La fórmula para erradicar la violencia de género? “Respeto, concienciación y ayuda a las víctimas”, propone La Reina, concejala de Mujer en Torrejón. Es su particular combate ahora, pero quien fuera campeona de Europa y de WBA Gold avisa: “Aún no he colgado los guantes”. Para Carmen, la educación es la clave. “La sociedad ha avanzado más que las instituciones”, dice la atleta, campeona de España de 800, 1.500 y 5.000. “El deporte te permite desahogarte y sentirte útil”, reconoce Miriam, a lo que Carmen añade: “Es sanador. No sabríamos vivir sin él”. Ambas deportistas, cuyas vidas han inspirado documentales, se funden en un abrazo, seguras de que volverán a encontrarse. Unidas por ese hilo invisible y ya eterno, el de la supervivencia y la esperanza.