AS (Baleares)

Escribá, éste sí es el Villarreal

- ALFREDO MATILLA

Escribá llegó de rebote a Villarreal y tuvo que heredar un equipo confeccion­ado por

Marcelino. Esto es: jugadores obsesionad­os con el orden, con no encajar, con presionar arriba en un estricto 4-4-2 y con explotar la contra. Intentó bandear como pudo la previa de la

Champions y se la pegó ante el Mónaco. Pero en cuanto pudo, sin superarse la depresión, intentó moldear el grupo a su gusto en busca de otro aire, con más combinació­n y con variantes de sistema. No es casualidad que en los días crudos apostara por su 4-2-3-1 (Bernabéu y San Mamés) o pusiera a Pato, más mediapunta que 9, con Sansone (Sevilla). Aunque estuvieran balas como Bakambu o

Santos Borré. Su mensaje no caló y, claro, se atascó.

El Villarreal, más allá de su trabado pase en Europa y la racha en LaLiga (cuatro derrotas en un mes), no era reconocibl­e. Como el Atleti, andaba confundido entre lo que hacía y lo que quería hacer. Y eso inquietaba al hincha y a los Roig. Sólo el colmillo atrás (es el menos goleado) seguía intacto. Hasta ayer. Escribá insistió ante su ex en ese deje por reforzar la medular (Pato de nuevo, y luego Rodri por él), pero pareció decirle a sus chicos, “hagan lo que sabían”. El Submarino volvió a morder, a castigar el fallo ajeno y a correr como si lo fueran a prohibir. Así, Escribá por fin tumbó a un grande tras 21 intentos y permitió a El Madrigal celebrar que ha recuperado a su añorado equipo.

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