“El logo transmite emoción y dinamismo, como el deporte”
El dibujante que diseñó a Cobi, la mascota de los Juegos de Barcelona, ha hecho el logotipo de AS, que celebra el 50 aniversario. Nos cuenta cómo ha sido el proceso. Javier Mariscal
Diseñador, ilustrador, historietista… ¿Qué pone en su tarjeta?
—Dibujante. Todas son maneras diferentes de dibujar, de expresarse ilustrando.
—¿Cómo era la Barcelona a la que llegó en los primeros 70 para buscarse la vida?
—Olía a tinta de imprimir. Había muchas editoriales… Por aquel entonces, era una ciudad mucho más grande que Valencia, donde nací. Y había una flecha en el centro, en el Paseo de Gracia, en la que ponía: “Francia”.
—Y eso era mucho...
—Hostia, Francia… Barcelona era una ciudad muy canalla, con mucha vida. Nadie me conocía, y eso era fantástico.
—¿Se sentía oprimido antes de llegar?
—En Valencia era ‘el hijo o el hermano de’. Y aquí era yo. Buscaba libertad, encontrar a mis amigos, otra manera de hacer las cosas. Barcelona estaba hirviendo, había gente del teatro, de la música, del grafismo, del diseño, de la ilustración…
—¿Se quedó atrás España en el grafismo durante el franquismo?
—Con el franquismo España no es que se quedara atrás… Es que, a un año de morirse, Franco seguía matando a gente. Intentó que no hubiera ningún rojo vivo o que estuviera fuera. Que el que no pensaba como él estuviera tan acojonado que no dijera nada. Hubo que empezar de cero en todo.
—¿Cómo se movía usted entonces?
—Organizamos un movimiento underground, publicábamos cosas sin pasar por la censura. En aquella época acababan de nacer las fotocopiadoras y con ellas intentábamos distribuir cosas por la calle.
—¿Con qué gente?
—El más conocido es Nazario. Pero había gente como Ceesepe, el Hortelano, que acaba de fallecer ahora, los hermanos Farriol, Gallardo… Muchísima gente.
—¿Cómo se las ingeniaban para ver lo que se publicaba fuera?
—Yo en los 60 ya viajaba a París, Londres, Ámsterdam… Era necesario, como poder respirar un poco. Y al lado estaba Francia, Perpiñán.
—¿Le influenció alguien para crear un estilo tan propio?
—Habla de una vida, muchísima gente. Desde muy pequeño, en los 50, descubrí a Matisse, a Miró, a Picasso… Todo el cubismo… Había un personaje fantástico, que es Saul Steinberg, que publicaba siempre en Nueva York, en el New Yorker,
que me influenció muchísimo.
—Es un proceso.
—Desde ir al Prado y quedarte llorando delante de un Goya a quedarte de repente fascinado con el paquete de tabaco de Gitanes. Las películas, miles de imágenes que pasan por tus ojos. Todo lo que es el cómic de la bande dessinée, que lo llaman los franceses. Tintín fue un gran descubrimiento cuando tenía seis años…
—¿Dónde le transportaba Tintín?
—Los leía en francés. Bueno, los miraba más que leerlos, porque además yo siempre fui muy disléxico y me costaba mucho. Era como tener a alguien que te enseñaba:
“la m con la a, ma…”. Era entender muy bien que el tebeo o el cómic siempre ha sido el cine pobre. Y te haces tu tiempo, vas pasando las páginas más deprisa, más despacio, puedes ir adelante, atrás… Y te fascina. Disfrutas muchísimo de esa narración gráfica. Pero era todo, los cómic underground que se hacían en California, las portadas de los discos de Jimi Hendrix, Frank Zappa, Pink Floyd, Dylan, los Beatles, los Rolling… La música era también fundamental. En 1970 tenía 20 años.
—¿Es cierto que tuvo que dejar Barcelona por la persecución policial de un fanzine, ‘La Piraña Divina’?
—Sí… Los cómics que yo hacía y sigo haciendo eran underground porque los publicábamos y distribuíamos nosotros, pero hablaban sólo de gente que se lo pasaba bien. Los de Nazario eran rompedores y transgresores. Él publicó La Piraña Divina, que atentaba absolutamente contra la moral constituida… Y como estábamos en el mismo grupo, nos ficharon y venían a por nosotros. Y nos fuimos a vivir a Ibiza.
—¿Cómo fue vivir allí?
—Una experiencia fantástica. Aprendimos a estar en el campo, sin electricidad ni agua corriente, a tener que buscar leña, a tener un huerto… Aprendimos a hacer pan… Era una vida muy bonita y fantástica. Vivíamos las lunas, nos bañábamos de noche, teníamos muchas historias amorosas muy bonitas, con mucha gente… Era todo eso.
—¿De qué se siente más orgulloso de toda su obra?
—De todo o de nada. Admites la cantidad de fracasos y de cosas fallidas, y las que la gente dice que son maravillosas. No todo el trabajo tiene la gran resonancia que tuvo Cobi. Usted me hace esta entrevista, pero en condiciones normales nadie tendría que saber quién ha hecho ese 5 y ese 0 de AS. Y no tienen por qué saberlo. Es un trabajo, muchas veces, completamente anónimo.
—¿Y Cobi?
—Pues fue un diseño gráfico que ya nació con mucha
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