Al desierto con lo puesto
La Maratón de las Arenas, una prueba de supervivencia
Calor, arena, peso de la mochila y ampollas en los pies…” Con tan poco glamour definía un corredor español esta experiencia tras superar los 250 km en seis etapas de la Marathon des Sables, la Maratón de las Arenas. Esta es la sensación de la mayoría de los 1.300 participantes (59 de ellos españoles) de la prueba decana de los ultras que discurre por el desierto del sur de Marruecos.
Pero si todo lo que se consigue es eso… ¿Por qué se ha celebrado este año la 32ª edición? ¿Por qué han pasado más de 20.000 corredores durante estas tres décadas? ¿Por qué el millar de plazas se agotan a los 5 minutos? ¿Por qué hay un altísimo número de repetidores?...
Muchas preguntas que quizás se explican a través de las palabras de su fundador, el francés Patrick Bauer, un entusiasta de la vida que en 1984 se hizo 350 km él solito por el desierto del Sahara y tuvo una revelación que aún dura. Hay un antes y un después de la prueba. “Algo cambia en la gente que corre. Va más allá del deporte porqué esto es un reto con uno mismo y a la vez una prueba en la que la solidaridad entre corredores es fundamental”.
La mejor española en la carrera, la catalana Laia Diez que consiguió el octavo puesto, explica exhausta tras su quinta etapa (nada menos que 42 km por el desierto) que su sensación es la de estar “feliz de acabar y ahora mismo no repetiría… pero quizás no te diga lo mismo en unas semanas. Lo que quiero es abrazar a mi familia. Realmente el desierto me ha cautivado”, explica Laia. “Estos parajes con un horizonte tan plano son muy diferentes a los que yo estoy acostumbrada”.
A lo que tampoco tenía el hábito esta deportista de 39 años es a la autosuficiencia que viene a ser una manera sutil de definir la supervivencia a la que se ven sometidos el millar de deportistas que participan en este evento. Excepto el agua, los corredores cargan con comida y demás enseres básicos para sobrevivir durante las seis etapas que dura la prueba disputada este año entre el 9 y el 15 de abril. Mochilas con una media de 10 kilos por el desierto con etapas que oscilan entre los 30 y los 90 km y a 50 grados pisando arena.
Parece el infierno… y quizás lo sea. Pero algunos vuelven. Es el caso del mallorquín Miquel Capó, octavo en la general masculina y mejor español en 2017 pero que acabó tercero en la edición 2013. Capó, de 43 años, es exlegionario y ganador de carreras tan importantes como la Isostar Desert Marathon o la Ultra de Serra de Tramuntana. A la vez, es un tipo sencillo, modesto y muy fuerte. Tanto mental como físicamente.
En esta edición un equipo de amigos de su pueblo le han convencido para que les acompañara en su aventura que él define como “una experiencia que te pone en tu sitio”. “Corriendo por el desierto te preguntas innumerables veces ¿qué hago aquí? Y la verdad es que aquí te encuentras contigo mismo, especialmente la primera vez que participas cuando al cruzar la meta sientes algo indescriptible”. Solidaridad. Un desierto en el que la solidaridad es básica para seguir en carrera y, algunas veces, continuar con vida. Compartir la comida, ayudarse mutuamente y, en definitiva, sacar lo mejor de cada uno de una manera involuntaria y motivada por la más absoluta necesidad mental y física.
Aventura Marruecos, 250 km en seis etapas, con 1.300 atletas (59 españoles)