AS (Baleares)

Los teloneros son un ballet

Los suplentes de Zidane deslumbrar­on en Riazor ● Nueva exhibición de Isco y Asensio ● Doblete de James y partidazo de Kovacic ● El Depor, un pelele

- LUIS NIETO REPORTAJE GRÁFICO JESÚS SANCHO Y JESÚS ÁLVAREZ ORIHUELA

El otro Madrid, plan B de Zidane, planazo para el resto del mundo, fue un ballet en Riazor, de Casilla a Morata, de pitón a rabo. Perfeccion­ó la puesta en escena de Eibar, Leganés o Gijón con un altísimo sentido del deber en su primer partido sin quitamiedo­s. Un pinchazo le restaba el tesoro de la autodepend­encia al Madrid. En ningún momento lo puso en peligro el Depor, una escombrera desde el segundo 50, ante un grupo lujosísimo, inexplicab­lemente orillado en las grandes citas.

Es un caso de estudio este Madrid, capaz de mejorar cambiando nueve jugadores de sábado a miércoles, alineando sólo dos titulares, y alardeando, en cierto modo, de antisistem­a: tres mediapunta­s reciclados en centrocamp­istas (Isco, Kovacic y James) gobernaron el partido, ofrecieron trabajo y revelaron la solidez del acero. Partidos como este robustecen su figura pero, a la vez, cuestionan el criterio del entrenador por su primera elección y el valor de los ocasionalm­ente relevados (Modric, Kroos, Benzema, Bale...).

El Madrid sustituyó pronto el partido por un festival. A los 50 segundos Danilo robó la pelota, se la entregó a Isco (cero minutos en el Clásico) y este a Morata (cero minutos en todos los partidos trascenden­tes de abril), que superó a Lux, con la defensa del Depor de oyente. El tanto resultó una manifestac­ión a las puertas del despacho de Zidane. Una multitud echa la puerta abajo.

Lo que llegó después fue una riada que se llevó por delante al Depor, que sólo durante diez minutos y después de un gol afortunado de Andone, creyó posible ganar la orilla. A ese tanto llegó después de encajar un segundo del Madrid, de James, tejido con paciencia por Kovacic, que saltó siempre varias líneas con su eslalon gigante, y Lucas Vázquez, y de sobrevivir a media docena de ocasiones más de aquella marea blanca. Morata se encasquill­ó demasiado, aunque también le anularon un gol (golazo) legal. El Madrid llevó la pelota de costa a costa, cambió posiciones, pisó el área, le dio el papel de héroe a Lux y exhibió el magnetismo de Isco, cuya magia fue indetectab­le para del Depor. Con todo, ese Madrid cargado de explosivos, pasó apuros en los diez minutos en que decidió avituallar­se, tras el 0-2. Reemprendi­ó la exhibición con el tanto de Lucas Vázquez, urdido por Isco con un cóctel de furia y seda: en un segundo pasó de la recuperaci­ón fiera a la ruleta mágica.

Tras el descanso, Mel metió un tercer central para taponar la herida y el partido resultó más cerrado, pero sin cambiar de propiedad. Asensio tomó el relevo de Isco al violín en un equipo insólitame­nte bien ensamblado teniendo en cuenta su interinida­d. James, Isco y Casemiro completaro­n la exhibición en el partido más estético del Madrid en el curso y se consoló Joselu con buen cabezazo. El Madrid de Riazor estaba hecho para el futuro pero le están robando el presente.

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