AS (Baleares)

Contador eterno

Se bajó de la bicicleta a las 20:24 horas de ayer ● Madrid le rindió homenaje en su última etapa ● Froome ya tiene su deseada Vuelta

- JUAN GUTIÉRREZ REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS RUBIO, DANI SÁNCHEZ, RAFA APARICIO Y AGENCIAS.

El lunes después de una grande es un día de sensacione­s raras. A la hora de la comida coges el mando a distancia, por pura inercia, y zapeas impulsivam­ente por el televisor, pero no encuentras a Carlos de Andrés y Pedro Delgado, ni a Antonio Alix y Eduardo Chozas. Si acaso te topas con una redifusión. De repente, caes en tu error: ya no hay Vuelta. Y sientes un enorme vacío. Inconsolab­le. Ese vacío se convertirá hoy en un abismo cuando, además, recuerdes que ya no volverás a ver más a Alberto Contador en una carrera profesiona­l.

A las 20:24 de ayer, Contador cruzó la meta de Madrid en el puesto 26º. Feliz del trabajo bien hecho. No le importó haber perdido la cuarta plaza ante Kelderman por un corte de siete segundos. El último recorrido, sobre 117 kilómetros, se lo tomó como una fiesta, con brindis de cava incluido. Vistió el maillot blanco de la combinada de prestado, porque el ganador de esa clasificac­ión es Chris Froome, que también se ha llevado el rojo de la general y el verde de los puntos, en dura puja final con Trentin.

Froome cumplió su desafío. Le ha costado más esfuerzo ganar la Vuelta que el Tour. En España se descubrió como corredor de grandes rondas en 2011, cuando fue segundo tras Juanjo Cobo. Después de aquello se había coronado cuatro veces en París, pero la Vuelta se le resistía. El reto se transformó casi en una obsesión. Tanto que esta temporada Froome se preparó a conciencia para rendir aquí. Otras veces llegó más cansado, o con un equipo más pasota. En 2017 lo ha bordado. El africano se erige como el primer ciclista que gana Tour-Vuelta el mismo año, desde que se celebra en ese orden. Jacques Anquetil (1963) y Bernard Hinault (1978) también lo hicieron, pero cuando la Vuelta se disputaba en primavera.

Froome se lleva la gloria en el palmarés y la admiración del público. “Para todos, mucho, mucho gracias, para tres semanas a tope”, se despidió en castellano desde el podio. Es difícil no quererle. Su ciclismo no es bello, pero su actitud nos engancha. Sus dos sprints de ayer frente a Trentin son un ejemplo de ello. Para Contador ha sido la gloria eterna y el aplauso infinito. Su ciclismo sí es bello. Su actitud, también. Contador nos engancha porque no se ha limitado a recibir los vítores de los aficionado­s en cada una de las 21 etapas. Ha atacado cada día que ha podido: hasta once días, según nuestras cábalas. Sin contar el paseo en solitario que se dio en la entrada a Madrid. Emotivo homenaje. Los 2:33 minutos que perdió en la tercera jornada en Andorra han sido un lastre que le ha impedido luchar por el maillot rojo y por el podio. Pero siempre le quedará el Angliru: la imagen más hermosa de esta Vuelta 2017.

“Un año más”.

Contador se dio ayer el último baño de cariño como profesiona­l. Firmó autógrafos en la salida de Arroyomoli­nos, se hizo fotos… Y lidió como pudo la aclamación unánime: “No te retires, Alberto”. Hasta sus compañeros Irizar y Theuns se lo cantaron en directo para las cámaras de televisión: “¡Un año más!”. Nos vamos a quedar con las ganas. Aunque bien pensado, ¿para qué arriesgarn­os a un broche con menos magia?

Trentin ganó el sprint de Madrid y logró su cuarta victoria en la Vuelta, pero no le sirvió para arrebatar el maillot verde a Froome, que se codeó con los velocistas ‘a lo Eddy Merckx’ para clasificar­se undécimo y conservar la prenda por sólo dos puntos. Por cosas así, Froome es admirable. Mientras el africano se daba ese último calentón, Contador se autodedica­ba un homenaje: una vuelta de honor con la bandera de España al viento. Ya desmontado de su bicicleta, subió al podio para recoger el premio al Más Combativo… A un podio similar al que escaló otras siete veces como ganador de siete grandes: tres Vueltas, dos Tours y dos Giros. Ahí queda eso.

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