AS (Baleares)

Maider Unda: “El bronce no me cambió la vida”

La medallista olímpica, ahora granjera, disfruta de la maternidad

- ALFONSO HERRÁN

E n el caserío de Olaeta (Álava) que gobierna Maider Unda las cosas no vienen dadas por exhibir una medalla olímpica. “No sé ni dónde la tengo”, suelta espontánea con esa sonrisa sincera tan suya. Al final lo recuerda para posar para el reportaje. “El bronce no me cambió mucho la vida, la verdad”, aclara. Bien es cierto que aquel 9 de agosto de 2012 en el que al fin vio cumplido su sueño de mordisquea­r el preciado metal, al más puro estilo Rafa Nadal, jamás se le irá de la mente. “Inviertes media vida en lograr ese momento. ¡Cómo se me va a olvidar!”, zanja.

Pero esa imagen es un recuerdo lejano, refrescado casi mecánicame­nte, que le acompaña en su nueva vida. O, más bien, la que prolonga la que antes alternaba con la competició­n oficial. El tapiz es el pasado, el presente es una amplia finca que debe explotar cada jornada, sin regateos de esfuerzo. Se levanta todos los días a las siete de la mañana para cuidar de sus cerca de 300 ovejas y atender el caserío de Olaeta, a 25 kilómetros de Vitoria, junto a su hermana mayor, Igone. Continúa produciend­o cuatro mil quesos de la Denominaci­ón de Origen Idiazabal al año, bautizados como Atxeta Gazta, un queso olímpico. Pastora, quesera y comercial, cuenta con una pequeña nave junto a la iglesia del pueblo, próxima a la carretera que une la localidad con la vecina Otxandio.

Además, hay una criaturita que le provoca más hormigueo que la competició­n. Su hija Iraide nació el verano de 2014, tras hacer un parón forzoso en la lucha. “Es muy despierta”, se le ilumina la cara. Quiso dedicar a la cría su último baile, la participac­ión en los Juegos de Río 2016, pero no pudo ser, pues en el segundo Preolímpic­o mundial perdió la última oportunida­d. Bastante hizo con intentar volver al primer nivel.

La alavesa dominó la lucha a nivel nacional desde su irrupción en 2001. Nadie le tosía en su categoría (-72 kilos), peso en el que consiguió subir al tercer peldaño del podio en Londres. “A partir de ser madre, las prioridade­s ya no fueron las mismas”, desvela. Su cuerpo y su condición física también mudaron. Para la cita de Río cambió de categoría a la de menos de 75 kilos, y se apuntó a todas las clasificat­orias. “Deseaba probarlo después de ser madre, vivir de nuevo las increíbles sensacione­s de Londres, pero no fue posible, así que decidí que mi carrera deportiva había terminado”, alude con un punto de nostalgia. La retirada fue dura: “Algún día tenía que llegar”. Dejaba decenas de temporadas situada entre las cinco mejores del mundo. Ahora, a los 40, aún tiene fresco el primer pase por el tapiz en la escuela con nueve años. No es que con su nuevo quehacer haya caído en la inactivida­d, precisamen­te. “Doy de comer a los corderos, atiendo la casa y llevo a la niña al autobús. Luego trabajo en la huerta y corto leña”, va detallando. No sólo eso: acude a ferias con sus quesos, que desprenden un aroma difícilmen­te expresable en estas líneas, hace visitas guiadas por su reino y hasta cestas de Navidad. También da cursillos sobre explotació­n en un caserío y el ciclo reproducti­vo de la oveja, con vídeos y una cata final.

Tras casi 30 años sobre el tatami, 2016 fue el curso en el que Iron Maider decidió bajarse de él. Sobre sus hombros ha recaído el peso de la lucha en España. Hablamos de una supermujer con dos participac­iones olímpicas (diploma en Pekín 2008 por su meritorio quinto puesto y bronce en 2012), una medalla mundial (bronce en 2009 en Dinamarca) y tres europeas (bronce en 2010 y 2012 y plata en 2013). Ahora también tiene un cargo de directiva en la Federación Española, como representa­nte de los deportista­s, y los lunes dirige a un grupo de luchadores en Otxandio.

Su jornada Se levanta a las siete de la mañana para cuidar a cerca de 300 ovejas

Londres 12 Tocó el cielo con el bronce: “Inviertes media vida para eso”

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SU NUEVO DÍA A DÍA. Maider Unda, en una estampa habitual con sus nuevos quehaceres como pastora, ya que dispone de unas 300 ovejas para la elaboració­n de quesos.
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