AS (Baleares)

Odiar a Guardiola

- RAFA CABELEIRA

Necesita odiar para sobrevivir, casi del mismo modo que el Real Madrid necesita ser odiado

Lejos del Camp Nou, cuesta entender que un personaje como Pep Guardiola pueda generar tanto rechazo y desconside­ración entre una parte bastante significat­iva de la que fuera su hinchada. A Nacho Carretero, el autor de Fariña, ni siquiera le entra en la cabeza. “¿Me quieres hacer creer que hay aficionado­s del Barça que odian al tipo que les hizo tocar el cielo?”, pregunta desconcert­ado. En realidad, no se trata de lo que yo quiera o no hacer creer a nadie: es un hecho constatabl­e, la triste realidad de un club gobernado por el viento.

De la especial naturaleza del Barça se han dicho muchas cosas pero a menudo se nos olvida explicar una de las más peculiares: necesita odiar para sobrevivir, casi del mismo modo que el Real Madrid necesita ser odiado o se moriría de pena. Es un combustibl­e que funciona en ambos sentidos, limpio y reciclable, con la diferencia de que al club blanco le sale gratis y al azulgrana le supone ciertos costes. Porque -y para esto sí que no tengo explicació­n- al aficionado culé no parece bastarle con detestar al máximo rival deportivo, de ahí que cada cierto tiempo necesite explotar alguno de sus propios yacimiento­s. Antes Cruyff y ahora Guardiola, son dos de los más importante­s en la historia reciente del club.

Las redes sociales se han convertido en un campo de estudio perfecto para la demostraci­ón de esta hipótesis: cualquier tropezón del de Santpedor se celebra como una derrota del Madrid en Ipurua, como una espinilla de Cristiano Ronaldo, como un tres por uno en los packs de Estrella Damm... Puede que incluso más. “No es por Guardiola”, se justifica alguno de ellos cuando se le pregunta por semejantes brotes de euforia: “Lo que no soporto es el guardiolis­mo”. Es como odiar el progreso por culpa del PSOE, supongo, pero allá cada cual con sus antipatías y justificac­iones.

Yo, por mi parte, reconozco haber odiado a

Van Gaal,a Sandro Rosell,a Sor Lucía de

Caram y un poco a Cesc Fàbregas, pero jamás trataría de culpar a nadie por mis propias taras: no pasa nada por reconocer que tenemos un ADN muy particular y algún que otro cromosoma hater.

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