Mozart y el ‘Wunderteam’
El ‘equipo maravilla’ de Austria, liderado por Sindelar, se topó con un arbitraje adverso en el Mundial de 1934 y un triste final de su gran estrella
HISTORIAS PARA NO SALIR DE CASA... Sindelar fue el primer gran genio del fútbol que tuvo un triste final al negarse a jugar para la Alemania de Hitler. Cuarenta años después Sparwasser fue un héroe en la RDA que huyó del país harto de la politización de su gol a la RFA.
Austria no juega la Copa
del Mundo desde 1998 y no supera la primera ronda desde 1982, pero hubo un tiempo en que contó con un equipo temible que fue referencia en el fútbol mundial: el Wunderteam (equipo maravilla), liderado por el incomparable
Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol. Ese equipo estuvo casi dos años sin conocer la derrota (entre principios de 1931 y finales de 1932) y llegó como gran favorito a la Copa del Mundo de 1934, después de haber goleado a Escocia (5-0),
Alemania (6-0 y 5-0) y Hungría (8-2), pero Italia y un polémico arbitraje de un viejo conocido de estas historias (ver ‘La Fuerza del Destino’) les apartó de la gloria en las semifinales.
Tres años más tarde murió su seleccionador, el brillante Hugo Meisl, a lo que siguió la anexión de Austria por la Alemania nazi en 1938, hecho que supuso el final de aquel maravilloso equipo. No obstante, antes del Mundial de 1938, Hitler quiso que varios de los miembros de aquella selección reforzaran al combinado alemán y, aunque algunos accedieron, la gran estrella del equipo se negó.
Hablo, por supuesto, de Sindelar que fue de los pocos valientes que se atrevieron a criticar públicamente a Hitler. El resultado fue una actuación desastrosa de la selección alemana en aquel campeonato, en el que obtuvo la peor clasificación de su historia (décima) y un halo de misterio en torno a la muerte de Sindelar y de su novia, de origen judío, un año más tarde. Se dice que fueron perseguidos por la GESTAPO por su oposición al Führer, aunque el motivo oficial del fallecimiento de ambos fue “muerte por inhalación de monóxido de carbono”. Un triste final para uno de los primeros genios del balón. Tenía sólo 35 años.