AS (Baleares)

Nos espera Italia

La selección de Mancini se impone a Bélgica por garra y oficio ● Spinazzola, baja al romperse el tendón de Aquiles

- JAVIER SILLÉS

Habrá que ver cómo salimos de esta Eurocopa, que no da tregua y legitima la fuerza sentimenta­l del fútbol. Su guion diabólico trajo otro partido gigante y conmovedor, que acabó por sentenciar el virtuosism­o y la valentía de esta nueva Italia. Fue capaz de fundir sin moverse ni un ápice de su actual estilo a una selección con De Bruyne y Lukaku en el frente. Enorme Italia, dignísima Bélgica.

Se empeñan en recordar los entrenador­es que el fútbol es de los jugadores, pero la presencia de Roberto Martínez y Mancini en los banquillos lo desmiente. En la cosmopolit­a Múnich, Martínez alistó a De Bruyne y dejó fuera de la convocator­ia a Eden Hazard. El madridista no llegó a tiempo como le viene sucediendo. Como sustituto asomó el novel Doku, verso libre, que va sobrado de atrevimien­to.

No fue la única sorpresa del técnico Roberto Martínez. Al igual que en el último Mundial, en aquella noche para el recuerdo ante Brasil, dejó a De Bruyne en el centro y trasladó a Lukaku a la derecha cuando tocaba defender para después asaltar la espalda de Spinazzola en la transición. A Mancini no le cambió su planteamie­nto. Volvió a Chiellini, sacrificó a Berardi por Chiesa y alentó su propuesta.

Lejos de la tradición defensiva, Italia ha interioriz­ado como suya la revisión del estilo que ha liderado Mancini. Ahora suda y juega, indistinta­mente. Es una selección atractiva, modernista, fogosa, que da valor al grupo y desmenuza los partidos con el balón. Desde estas premisas, desmontó a Bélgica de inicio. Presión altísima, movimiento­s continuos y gran trato de balón.

Italia fue pronto al grano. Di Lorenzo y Spinazzola atacaron como aviones la debilidad de Meunier y Thorgan Hazard, mientras que Jorginho, Barella y Verratti gobernaron la medular. El 1-5-2-3 de Bélgica en fase defensiva desconectó sus líneas. En un balón parado, Bonucci encontró el gol, pero Bélgica escapó gracias al VAR. Había fuera de juego. En ese tramo de dominio italiano, pudo Bélgica hacer pagar su osadía a la Nazionale con De Bruyne y Lukaku. Donnarumma lo evitó.

Fruto del empuje de Italia, Vertonghen pecó de blandura, Verratti anticipó y Barella definió con la grandeza que le precede. No paró ahí Italia. El flujo de talento que disfruta es inmenso e Insigne concretó esta realidad con otro gol de insultante belleza. Fue un final de primer tiempo tremendo, que dejó otro capítulo con un penalti que se inventó Doku y que contó con la condescend­encia del VAR. Lukaku aproximó a Bélgica antes de ir al rincón de pensar.

El tiempo de reflexión del descanso no alteró nada. Italia mantuvo su filosofía ofensiva y a Bélgica no le quedaba otra que ir de cara a por el empate. Se agarró a Doku. Su alianza con De Bruyne derivó en una ocasión de Lukaku que Spinazzola todavía no sabe cómo evitó. Después llegó el acta de sucesos. Chadli, que acababa de salir, duró un suspiro y Spinazzola se retiró entre lágrimas.

En una batalla contra el tiempo, el del propio partido y el de la última ocasión de ganar para su generación de oro, Bélgica lo intentó por tierra y aire, hasta con Courtois, pero se topó con el mito original de Italia. Su épica resistenci­a a la derrota permanece. Es un enemigo natural de la literatura, que siempre cuenta mejor las tragedias que los episodios felices. Durante años logró que los rivales no fueran ellos mismos cuando se enfrentaba­n contra ella. Jugar contra Italia era peor que ir al dentista. Ahora es otra cosa. Juega y suena mejor. Se ha españoliza­do. Que no acabe nunca esta Eurocopa.

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