AS (Baleares)

Con Vinicius el

El brasileño devuelve la alegría al Madrid ● Marcó dos goles y salió ovacionado por el Bernabéu

- LUIS NIETO

No investigue­n demasiado para explicar el contundent­e liderato del Madrid. Benzema y Vinicius, 29 goles entre los dos, más que trece equipos de Primera. Y Modric, obligado a desmontera­rse una vez más en el Bernabéu. Y Courtois, el último refugio. Pero sobre todos ellos Vinicius, que en cada partido añade una pieza a su colección. Su regreso hizo florecer al Madrid y apagó al Valencia, que empezó bien y se fugó del partido tras un penaltito a Casemiro, de los que unas veces se pitan y otras no (¿Recuerdan el agarroncit­o de Suárez a Marcelo en Getafe?). Lo de Hernández Hernández, con unos y otros tirando de la cuerda, no podía salir bien, pero la reacción ultra del Valencia no tiene justificac­ión.

Bordalás no sirve partidos en almíbar ni pasea el Bolshoi por España, y enero le ha traído unas cuantas 'filomenas' a Ancelotti. Así que lo uno y lo otro parecieron igualar de salida un partido pleno de desequilib­rios: muchos más puntos del Madrid, muchas más bajas del Valencia. La más notable, la de Soler, el último murciélago del escudo, el pie que guía al equipo. Quizá por ello Bordalás reordenó el ataque colocando como mediapunta a Musah, un correcamin­os, en lugar de Guedes, vencido a la izquierda, frente a Lucas Vázquez, en cierto modo un recién llegado al lateral. La maniobra le dio resultado. El primer Valencia tuvo orden, despliegue y colmillo ante un Madrid con síndrome posvacacio­nal, detectado y no corregido por Ancelotti en ese inicio.

Las primeras aproximaci­ones del Valencia se quedaron en grado de tentativa (un disparo lejano de Guedes que detuvo Courtois fue el remate con más intención), pero el equipo levantino fue atando cabos para someter al Madrid de los de siempre. Porque de la Copa no sacó Ancelotti nada en limpio, sálvese

Camavinga y el que pueda. A estas horas, los del fondo del armario deberían saber que de ahí no se sale torciendo el morro sino dando la cara, en Alcoy o donde toque.

El Madrid posparón empezó esporádico, sin continuida­d. Es cierto que creó tres buenas oportunida­des en los primeros veinte minutos, la mejor un cabezazo picado de Militao adivinado por Cillessen, pero su fútbol está lleno de tiempos muertos. Pasó ante el Getafe, con las ruedas del equipo hundidas en el barro, y se repitió en los inicios ante el Valencia. Casemiro es la bandera de la regresión. Un futbolista al límite que cuando no está de punta en blanco se pone muy en peligro. Al cuarto de hora tenía amarilla y media, porque Hernández Hernández le había perdonado una antes de la que vio, como a Gayà o Wass. La justicia del canario es flexible. Y el recelo del Bernabéu, duradero.

Poco poco el Madrid fue

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Vinicius celebra el 2-0 al Valencia en una jugada en la que se aprovechó de una confusión en la defensa valenciani­sta para batir a Cillessen.
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