AS (Baleares)

Único argumento

Luuk volvió a ser el mejor delantero y Dembélé, un desastre ● Eric, lesionado para la Supercopa

- REMATES REPORTAJE GRÁFICO PARKER

Apara tratar de presionar a un Granada que salió a cazar al Barça a la contra. Lo cazó por insistenci­a.

El dominio del partido, de inicio, fue culé. Pero a los barcelonis­tas les sigue faltando la capacidad de matar en los metros finales para decidir el partido. Xavi volvió a apostar como ariete por Luuk de Jong, que en la primera parte volvió a reivindica­r que su salida –más que cantada del club– sea por la puerta grande.

El delantero cedido por el Sevilla marcó a los 8 minutos un gol que fue anulado por el VAR después de tres minutos de revisión de un vídeo que no paró hasta encontrar un supuesto fuera de juego de Gavi medio minuto antes del remate que deja en pelotas la teoría del nuevo jefe del aparato, Medina Cantalejo, que dijo que el videoarbit­raje a partir de su recién inaugurado caudillaje intervendr­ía lo menos posible. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. El tanto del delantero se anuló por un fuera de juego de esos que hay que buscar una imagen para anularlo que casi se remonte a la llegada del equipo a la ciudad.

Después de volver a intentar un gol mágico de espuela, De Jong logró marcar el 1-0 que daba ventaja a un Barça que nunca se mostró imponente en el partido a pesar de dominar la posesión. Ter Stegen tuvo que intervenir para demostrar que ha regresado, pero no pudo evitar que a la salida de un córner Puertas le fusilara cuando el Barcelona estaba en inferiorid­ad. No numérica, goleadora, sólo marca Luuk.

El cántaro del Barça ya nos lleva decepciona­ndo tanto que cuando el marcado va 0-1 a favor rezamos para que el otro no se crezca. Como Dios no se ocupa de estas cosas (y hace bien) ni los futbolista­s que quedan con cierta ilusión en el campo son capaces de seguir nuestras infructuos­as oraciones. El Granada hizo lo imposible por aguar la fiesta magra con la que pretendía irse Xavi. Pero no hubo fiesta final. El empate es como un premio de desconsuel­o. El equipo sigue en la zona de nadie de LaLiga y vuelve a depender de un milagro. Dios, ya digo, no está para milagros, así que quedan días de resignació­n y algunos minutos de confianza. Y esta última se está ahogando justo al borde del medio campo, donde se sienta el aún entusiasta entrenador tan azulgrana.

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