AS (Baleares)

‘Gironazo’ en Tenerife

- A. SKALE / LA CRÓNICA

El Girona es de Primera División. ¡Por fin! Dirán por Montilivi que después de haber perdido las últimas dos finales por el ascenso, a la tercera fue la vencida y en la isla consumaron su vuelta a la élite, esa que abandonaro­n en 2019. De la mano de Míchel hicieron historia en Ipurua primero y luego en el Heliodoro, enmudecien­do a más de 20.000 personas que no pararon de animar a su Tenerife que, como en 2017 en Getafe, se volvió a quedar a las puertas, esta vez en el año de su centenario.

Tanto Ramis como Míchel (conformes con lo visto hace ocho días), no tocaron sus onces y repitieron las mismas alineacion­es que en Montilivi.

El duelo empezó con intensidad, como no podía ser de otra manera, y mandando el cuadro catalán. Baena, desde la frontal, probó, pero sin puntería en el minuto cuatro. Tratando de sacarse la presión, fue Mellot el que disparó desde lejos, pero no estuvo atinado en el 9’. El duelo entró en un ida y vuelta, contagiado quizás por el ambiente de las gradas, aunque seguía más fino el Girona. Una dura entrada de Corredera dejó sin final a Iván Martín, quien debió pedir el cambio.

Seguía el balón en posesión de los gerundense­s, mientras los locales sufrían, sobre todo por la izquierda. Sin embargo, Mario tuvo una muy buena ocasión, pero su tiro al primer palo fue controlado por Juan Carlos cuando corría el 29’.

Transcurri­da la media hora, pareció reaccionar un poco el Tenerife después de soportar las embestidas del rival, al que le faltó profundida­d. Despertó Bermejo, también Mollejo y eso el equipo lo notó. Samu Sáiz tuvo el 0-1, pero Soriano respondió. En la siguiente jugada, Sergio tocó el balón con las manos en el área, el colegiado pitó penalti y Stuani lo convirtió.

A la vuelta de los vestuarios, mucho tenía que mejorar el elenco insular para soñar

con una épica remontada tras encajar ese gol al filo del descanso. Para ello, Ramis movió el banquillo buscando la veteranía de Carlos Ruiz. Salió más metido el equipo tinerfeño entonces, preso de su responsabi­lidad. Los de Míchel, por su parte, serenos, bien parados y preparados para castigar a la contra.

Con furia fue el Tenerife al ataque y José León la tuvo, pero cabeceó alto rozando la hora de encuentro. Y de tanto ir, llegó el 1-1 gracias a un cabezazo del incorporad­o Carlos Ruiz para que explotara el Heliodoro y se lo volviera a creer. Pero en plena euforia local apareció la diosa fortuna para el Girona, ya que un disparo de Álex Baena desde un costado sin aparente peligro dio en el pecho de León y descolocó al meta Soriano para establecer el 1-2. La fiesta cambiaba de barrio y ahora eran los rojiblanco­s los que celebraban.

En el tramo final apareciero­n los nervios por todos lados. Los blanquiazu­les, porque debían marcar al menos un gol para mandar la historia a la prórroga y los gerundense­s para defender con uñas y dientes la ventaja conseguida. Y fue el carrilero Arnau el más listo de la clase en un centro al segundo palo para empujar demasiado solo a la red en el 80’ y establecer el definitivo 1-3. El gol del ascenso siempre soñado por un futbolista criado en Montilivi.

En los últimos minutos, un Tenerife tocado en su orgullo fue en busca del milagro animado por su parroquia, que también acusó los golpes. Sin embargo, el Girona no estaba dispuesto a entregar lo que tantos años le costó. Los recuerdos de Elche y Rayo sobrevolar­on en la mente de los aficionado­s catalanes, pero esta vez, a la tercera, volvió a Primera División.

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Los jugadores del Girona celebran con sus aficionado­s la vuelta a Primera sobre el césped del Heliodoro.

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