“No pretendo ir a París de turista, sí de técnico”
Consciente del favoritismo de España en el Preolímpico de Valencia, de que no puede fallar, el seleccionador masculino tan pronto lanza una frase lapidaria como se declara fan de Ted Lasso, personaje de ficción.
Asume Max Caldas (San Isidro, Argentina, 50 años) que en sus manos tienen los Juegos de París, pero también “las subvenciones para generaciones posteriores”. Así de relevante es el Preolímpico, con el que el seleccionador masculino de hockey hierba, capaz de compaginar sentencias gruesas con citas de Ted Lasso, camina hacia unos Juegos en los que ya se colgó el oro con la Oranje femenina.
—¿Es mucha la presión en este Preolímpico?
—En los torneos siempre hay dos momentos, clasificarte y el instante decisivo, pero en este hay tres: acceder a la semifinal, ganarla y meterte en los Juegos o, si no, jugártelo todo en el partido por el bronce. Son tres momentos que sobrellevar. Pero sabemos muy bien cómo hacer las cosas y por qué hacemos lo que hacemos. Debemos aceptar que nos jugamos mucho, no sólo en lo inmediato sino también a medio plazo, porque también de ellos dependen las subvenciones para generaciones posteriores, pero si nos enfocamos mucho en eso desviaremos la mirada de lo que podemos controlar.
—¿Y cómo se gestiona?
—En eso estamos tranquilos: conocemos nuestras fortalezas y debilidades, estamos en permanente diálogo entre los jugadores y el psicólogo. Aceptamos que es un torneo de una presión diferente, que somos favoritos porque somos los segundos en el ránking tras Bélgica, y la responsabilidad que eso implica. Nos gusta esa presión de ser buenos, pero vivimos el día a día.
—Sin ánimo de ser aguafiestas, ¿da vértigo pensar que la Selección masculina de hockey hierba ha ido siempre a los Juegos desde Roma 1960? —Rara vez un deportista de alto rendimiento escapa de estas cosas. Tienes dos opciones: o te acojonas o lo aceptas y das tu mejor versión. Y me parece que tenemos un grupo de jugadores jóvenes que cada vez tiene mayor experiencia, que la juventud no es un impedimento, y que tenemos mucho a favor. Aceptamos que será complicado, pero no nos limita sino que nos motiva. No pretendo ir a París de turista, quiero ir de entrenador.
—¿Es un reto mayor vivir ese día a día cuando el combinado es joven? —Ted Lasso, que como personaje de ficción es mi ídolo como entrenador, junto a Craig McRae (técnico del Collingwood de fútbol australiano) en la vida real, llama en un capítulo de la serie a un jugador y le dice: “Sé un pez dorado, que es el animal más feliz del mundo porque tiene una vida de diez segundos”. Ese es nuestro lema, es de lo que va esto. En una Selección joven es el gran desafío, pero vamos por el buen camino.
—¿Qué aprendieron de la sexta plaza en el Europeo del verano pasado? —Muchas cosas. Hubo una brecha entre la expectativa y la realidad del equipo. Al haber crecido tanto y tan rápidamente a nivel mundial pudimos pensar que sería fácil y que tendríamos opciones de ganarlo; y sí, pero para ello debimos pasar antes por momentos que no habíamos atravesado. Nos faltó una dosis de realidad. Lo hemos trabajado y soy optimista.