Hay que esquivar la mediocridad
Mestalla ha dejado herida a una afición que volvió a vivir otro desplazamiento masivo en la grada sellado con ridículo sobre el terreno de juego. Mentiríamos si dijésemos que no se veía venir. El equipo lleva un mes levantando el pie del acelerador, mermado por las bajas y por la falta de exigencia, y lo que es peor: con la sensación de que aquí no pasa nada. Si se gana al Granada, algo que tal como está el equipo nazarí parece casi inevitable, la frialdad de los puntos le dará la razón a los que piensan que andamos por un camino aceptable en la competición. Pero pese a todo, persiste la sensación de que no era esto lo que nos imaginábamos. El objetivo esencial sigue sin conseguirse: esquivar la mediocridad.
Yes que, cómo ya hemos escrito otras veces en esta columna, el equipo, empezando por el técnico, al que todavía no hemos visto enfadarse después de una derrota, continúa sin exigirse. Este mal endémico de la entidad blanquiazul ya marcó la planificación deportiva el pasado verano, un despropósito que aún pagamos a plazos, como dice la frase partido a partido. De aquellos polvos llegó también el lodazal de Mestalla. Urge cerrar la primera vuelta con una victoria, para adecentar los números y remendar la moral de los 500 que fueron a Valencia. Los únicos que volvieron con la sensación de que alguna cosa se había roto en el partido.