‘Periculés’ y la identidad propia
La remontada culé en Champions produjo algunas reacciones sorprendentes dentro del españolismo. Pudimos asistir en primera persona como ciertas voces populares corrieron a aplaudir y felicitar a nuestro máximo rival como si les fuera la vida en ello. No lo voy a negar, no he felicitado nunca al Barcelona ni lo pienso hacer, es algo que va radicalmente en contra de mis sentimientos y, por tanto, no voy a realizar nunca un ejercicio de falsedad. El yugo tirano ha aplastado inexorablemente a sus rivales en otros deportes en Cataluña, véase un Joventut que resiste a pesar de sus acuciantes problemas monetarios, un Granollers que con dignidad compite por alcanzar notables cotas en Asobal u otras decenas de ejemplos como el Bàsquet Manresa, los equipos de hockey u otros que por falta de espacio no citaré.
Obviamente, respeto las opiniones de todos mis consocios, pero reconozco que no alcanzo a comprender la necesidad que algunos tiene de dorarle la píldora al convecino, aquél que si pudiera mandarnos a Segunda con un 5-0 llenaría el campo para hacerlo. El Espanyol es un club deportivo, cuyo único objetivo está en alcanzar éxitos deportivos y cuyos objetivos políticos, afortunadamente, son inexistentes. Y así me alegro de que sea, me siento orgulloso de pertenecer a un club muy grande que resiste con independencia del desprecio que le muestran las instituciones que le rodean y el malintencionado anonimato de parte de una prensa que pertenece al pensamiento único. Por ello, querido perico, no entiendo el ‘periculerismo’, nunca lo entenderé y nunca lo compartiré.