La desconexión mental del Espanyol
■ En momentos de máximo estrés, cuando la cabeza lo pide o incluso cuando el cuerpo te manda alguna señal, lo mejor es parar. Ese momento de huida lo solemos llamar desconexión mental. Esos ratitos que nos auto regalamos suelen coincidir con días de asueto laboral, cuando los ‘urbanitas’ solemos huir a nuestro pueblo.
El Espanyol a veces parece viajar al pueblo cuando debería estar compitiendo. Ese viaje a veces es tan largo que es capaz de unir Vila-real y San Sebastián y, a la vez, tan corto como para unir ambas localidades en tan solo 12 minutos, los que van desde el 85 de La Cerámica hasta el 7 de Anoeta. En 12 minutos y con cuatro goles en contra, el Espanyol fue capaz de poner en duda una eliminatoria que tenía ganada y de tirar por la borda una nueva aspiración de victoria fuera en LaLiga que más tarde fue nuevamente desperdiciada con otro viaje a ninguna parte.
Da la impresión de que todos en el Espanyol están a verlas venir en este viaje. Los unos (los que juegan) esperando a que les reconfiguren el GPS; los otros (los que ordenan jugar) viendo cómo seguir echando gasolina al coche; y los de más allá (los que mandan) rezando para que la única apuesta por mejorar la plantilla en verano, Borja Iglesias, no presente ni más síntomas de desgaste ni un billete a Inglaterra.