Noto felicidad en la gente que me conoce; intento ser fiel a los valores que me dieron en casa”
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¿Volver a casa como campeón sabe mejor? —Volver a Asturias siempre me sabe igual de bien. Es mi tierra y aquí soy siempre feliz. Obviamente este verano noto felicidad en la gente que me conoce. No se alegran tanto como yo (ríe), pero sí mucho de lo sucedido. Para ellos creo que también es importante que una persona de su entorno logre cosas en su vida. —¿Qué queda del Marcelino que empezó en Villaviciosa? —Pues creo que mucho. Intento que mucho. En lo principal, casi todo. Intento ser la persona a la que educaron mis padres y ser fiel a los valores con los que crecí. Lógicamente como entrenador, con los años, cambias criterios y sumas pensamientos. Pero me acuerdo de cada uno de los chavales a los que entrené por primera vez aquí. Era un campo de tierra y teníamos que ir a por los balones al río para poder seguir con el entrenamiento. Recordar todo aquello me sirve para saber dónde empecé y valorar dónde hemos llegado. —¿Se imaginaba que llegaría a levantar una Copa del Rey? —Para nada. Yo me quedé sin equipo y pedí entrenar con ellos hasta diciembre para ver si me salía algo. A mí me gustaba el fútbol y el Lealtad me permitió hacerlo desde el prisma del entrenador. Fue aquí cuando surgió la posibilidad de dirigir al Juvenil. ¡Cómo iba a pensar entonces que llegaría a un club como el Valencia! —¿No tenía esa ambición? —Yo no soy así, no me obsesiono con grandes objetivos. Soy una persona que disfruta cada cosa en su momento. Entonces disfrutaba con formar a chavales, ahora disfruto con sacar máximo rendimiento a profesionales. Pero uno y otro momento gira alrededor de lo mismo, de un balón. Así he entendido siempre el fútbol. —¿Conocía de antes de Valencia a Mateu Alemany?
—No habíamos cruzado ni una palabra antes.
—¿Y qué es hoy para usted? —Siempre le consideraré mi jefe, y como tal le tengo el máximo respeto. Pero también lo consideraré por siempre un amigo. Me ha demostrado serlo. Le agradeceré eternamente el respaldo que nos dio en momentos de dificultad.
—En enero, ¿algún día llegó a casa y le dijo a su mujer: ‘Cariño, nos queda poco aquí’? —Nunca. Siempre tuve el convencimiento y la ilusión de que cambiaría la dinámica. Era única y exclusivamente cuestión de acierto. En esos días sólo quería que se volviera a la normalidad, que los jugadores se acercaran a sus estadísticas de efectividad. Sólo con eso fue suficiente para remontar. —Su año se puede resumir en tres abrazos: el que le dio Parejo tras su gol al Valladolid, el que le dio Rodrigo tras la victoria en Vigo y el que se dio con Alemany en Sevilla. —Somos así de cariñosos (ríe). En el abrazo con Mateu (Alemany) se daba rienda suelta a mil sentimientos. Hubo meses muy complicados. Pero a su vez he tenido la suerte de sentir el apoyo de los futbolistas, que no es algo fácil de tener cuando los resultados no salen. Siempre valoraré muchísimo aquellos abrazos de Parejo y Rodrigo.
—¿Se ve entrenando a Rodrigo el año que viene?
—Yo sí me veo entrenándole, porque es un gran futbolista e importante para el Valencia. Pero soy consciente que el club y el futbolista, en unas determinadas circunstancias, pueden decidir lo contrario porque la situación de mercado sea favorable para todos. —¿Le ha sorprendido el liderazgo de Parejo?
—Nada. Dani tiene capacidad para eso y para mucho más. Otra cosa es que él lo haya empezado a asumir en un momento determinado por las circunstancias del grupo, que ha sido en estos últimos años. Pero Dani tenía y tiene esa capacidad. Su altísimo rendimiento le ha ayudado a esa jerarquía. Lo uno va unido a lo otro. El rendimiento da jerarquía. Pasa en todos los equipos. La jerarquía se gana, no se otorga y Dani se la gana a pulso.
—¿A qué Valencia quiere ir? —A un Valencia mejor. Esa es la intención. Mejorar siempre. —¿Y qué es ahora un Valencia mejor?
—Desde un punto de vista