El Derbi del Sur sólo lo jugó el Getafe
En el 33’ ganaba 0-3 con goles de Cabrera, Nyom y Mata
Pesadilla en pepinero se dice Getafe. Es un vocablo de aspiraciones Champions que ayer sonó a fantasmas de descenso en el hogar del eterno enemigo. El Leganés tirita otra vez. Llevaba seis partidos oficiales sin caer, pero esta vez se desprendió por esa cornisa inabordable que son los de Bordalás. Da igual que llegaran a este derbi tras tres derrotas engarzadas, su tropa pasó a cuchillo al rival y lo empotró contra sus fantasmas. Los goles de Cabrera, Nyom y Mata ponen al Geta 5º y al Lega, anclado al penúltimo puesto con riesgo de volver a ser colista.
Butarque abrió el portón al miura que lo empitonó engalanado con fanfarrias en un aleteo de banderas que resultó cartón piedra. Nunca se sintió el Leganés cómodo en su hogar, espacio extraño sin las zancadas de En Nesyri retumbando por su pradera. Su venta cercenó el fútbol eléctrico con el que Aguirre había reanimado este enfermo y lo retornó al abuso aéreo, confiado en las virtudes de Carrillo. Su motor, sin embargo, gripó, y aisló a Braithwaite en una trinchera sin margen para la fantasía. Defensa del Getafe, se llamaba el agujero.
Perdido entre camisetas amarillas observó en la distancia como su zaga concedía facilidades al enemigo en ese mismo juego aéreo con el que pretendían dañarlo. Cabrera (12’) fue el primero en derrumbar el arenoso muro. De córner y de cabeza, aunque la jugada salió de la de Bordalás. Él y su bendita pizarra, tortura para un Lega agónico en la estrategia. Luego repitió Nyom (21’) en otro misilazo de testa tras centro de Cucurella. Lo celebró encarándose con la grada azulona por las críticas. Todo muy raro.
Poco antes había pedido Butarque su roja por doble amarilla. Por eso lo sustituyó Bordalás. Dos minutos después otro dislate defensivo local dejó solo a Molina, que le regaló el 0-3 a Mata (33’). Cerró el Lega la primera mitad con sólo tres tiros y la impotencia metastatizando sus piernas, parásito de rabia que se mantuvo en una segunda parte sin historia, entre llantos pepineros y euforia azulona.
Bordalás Él y su bendita pizarra, tortura para un Lega agónico