Griezmann se eclipsa y no logra remontar el vuelo
Sólo ha completado un partido desde que se reinició LaLiga y no marca desde el partido de Champions en Nápoles
Desde que volvió LaLiga, Antoine Griezmann sólo ha jugado 90 minutos ante el Leganés. Contra el Mallorca fue titular, pero sólo 57 minutos, ante el Sevilla salió del banquillo para jugar los últimos 11 y el martes contra el Athletic recuperó la titularidad, pero tras una nueva actuación intrascendente fue sustituido a los 65 minutos de partido. El atacante francés sufre un eclipse de juego preocupante a pesar de que desde la sala de prensa Quique Setién se esfuerza en defenderlo y trata de recuperarlo para la causa.
Para encontrar el último gol de Griezmann con el Barcelona hay que remontarse al pasado 25 de febrero cuando el Barça empató en Nápoles en la ida de los octavos de final de la Champions League. Un tanto importante que da esperanzas al equipo blaugrana para pasar a la final a ocho que se jugará en Lisboa en agosto, pero desde entonces su aportación al juego culé no está a la altura ni de su categoría ni de los 120 millones que se pagaron al Atlético de Madrid por él.
En LaLiga su producción tampoco mejora. Su último tanto en la competición doméstica fue el 15 de febrero es decir que encadena siete jornadas sin marcar. Y lo que es peor, sin dar síntomas de integración en el juego. Claramente, si no lo remedia, su temporada va de más a menos.
Cuando se paró el campeonato a causa de la crisis del coronavirus Griezmann reconoció que el descanso le venía bien ya que estaba llegando al tramo final de la temporada agotado física y mentalmente.
En Sevilla, un partido decisivo, Setién le dejó de entrada en el banquillo. Contra el Athletic, el francés recuperó la titularidad pero de nuevo volvió a ser transparente. Únicamente remató una vez a puerta, perdió catorce balones e intervino en 35 ocasiones en el juego, la mitad para asociarse con Jordi Alba. Su química con sus compañeros de ataque es escasa. Valga como ejemplo que Luis Suárez sólo le pasó un balón en los 65 minutos que coincidieron hasta que fue sustituido por Ansu, que en 25 minutos remató dos veces, una de ellas al poste.
Seco Suma siete jornadas sin ver puerta en LaLiga y sigue sin ser decisivo
este 2020, visto lo visto, queda poco por rascar salvo alguna tibia rival
Que el Madrid nos quite esta Liga –robando— empieza a parecerme un acto de justicia, casi una bendición para un equipo que necesita reaccionar si todavía aspira a despedir a Messi como se merece. Le quedan pocos años de carrera al argentino, y encontrar los estímulos necesarios para competir al máximo nivel necesitará de motivaciones extremas, una de las cuales bien podría ser la victoria doméstica del máximo rival pero sin alardes, un coscorrón que no sea del todo deportivo y acentúe su sed de venganza. En este 2020, visto lo visto, queda poco que rascar salvo alguna tibia rival, un milagro europeo o el improbable asalto de Leo a la presidencia de la Xunta de Galicia que, ahí sí, podría haber partido.
Fue tremendo lo del martes, posiblemente el partido más aburrido que se ha vivido en el Camp Nou desde que el Tata Martino terminó de pellizcarse. Hubo un tiempo en el que los aficionados más anárquicos nos poníamos una alarma en el móvil para no perdernos el partido. Ahora, vivir para ver, las utilizamos para no quedarnos dormidos durante el mismo y beber agua regularmente, que siempre viene bien. A esto nos ha avocado un equipo en el que uno ya no sabe si culpar a Torra, a la directiva, a los jugadores, a Quique Setién o a las vacas que abandonó sin que estas pusieran demasiado de su parte para que se quedara. Supongo que, en realidad, no es culpa de nadie y es culpa de todos, como en casi todas las grandes tragedias familiares.
La única buena noticia, más allá de que el estadio siga en pie, reside en la aparición refrescante de Ansu Fati y Riqui Puig, dos escolares sin mochila que se atreven más que los demás y conocen el idioma. Lo dramático es que son pocos, ya, los que todavía les entienden en un vestuario donde reina una mezcla de conformismo y desconcierto: la peor combinación posible para apuntalar sus virtudes y reforzarlos como ídolos del futuro. Los de hoy, exceptuando a Messi y Ter Stegen, solo parecen preocupados por mantener ciertos estándares de confort y culpar de todos sus males a los árbitros: a fin de cuentas, solo han ganado ocho de las últimas once Ligas... ¿Cómo no creer que todo está amañado?