Que no pase lo de Raúl, Iker, Cristiano...
El 15 de junio de 1995, el madridismo lloró emocionado en el homenaje a Butragueño. El Bernabéu estaba a reventar como en las grandes noches europeas. El Roma fue el equipo invitado. El Buitre se despidió como llegó: con grandeza. Para la cita convocó a dos ex que llenaron de nostalgia la velada. Nada menos que Hugo y Gordillo. Emilio dio tres asistencias a Luis Enrique, Alkorta y... Hugo. Este gol supuso un revival que entusiasmó al graderío del Bernabéu. El broche de oro lo puso el Buitre transformando el penalti que dibujó el 4-0 final. Luego le mantearon sus compañeros con las luces apagadas y un foco iluminándole como si fuese un ángel. Fue el homenaje perfecto.
Apartir de ahí, nunca más pudimos disfrutar de algo así. Hierro y Del Bosque, dos grandes de la historia del club, se fueron por la puerta de atrás tras la noche de marras en el Txistu. Raúl se fue al Schalke y no tuvo homenaje hasta que regresó con el Al-Sadd. Ninguno de ellos merecía ese final. Con Casillas se repitió la escena, ahora reconocida como errónea por el propio portero por esa triste comparecencia en solitario en la Sala de Prensa (se arregló algo al día siguiente). Y Cristiano, mi añorado Cristiano, se fue con una fría carta de agradecimiento a la afición tras 450 goles y tropecientas Champions, Balones de Oro... Con Sergio Ramos me niego a que se repita la historia. Se merece retirarse aquí, en su casa.